Me arrepiento de darte tanta importancia, de verte gigante. De poner curitas sobre tu corazón, coser con los hilos de mi alma tu atormentada vida.
Todo el tiempo que te di se va desvaneciendo entre mis dedos.
Recuerdo las cosas que no me diste, los momentos donde no estuviste. Extraño lo que nunca existió.
Extraño las fantasías que formaba en mi cabeza, un mundo donde si te lo daba todo, quizás un día me miraras como yo te veía a ti. Un mundo donde no solo decías quererme, un mundo donde lo que -hacías- era quererme.
Donde tus acciones hablaran por si mismas, donde yo pudiera ser y pertenecer.
Duele, y me siento estúpida. Porque es mi culpa. Fue mi culpa creerme tus palabras, caer en tus besos. Creer que eras indispensable para forjar mis sueños. Creer que sin tu luz, no vería el camino que seguir… sostener tu mano para no perderme entre la multitud.
La solté y me desquicie.
La solté y creí morir en un instante, toqué mi pecho, mi corazón aún latía. Toque mi rostro, toque mis lágrimas. Me sentí a mi misma, me sentí en cada latido.
Y me reía, me reía fuerte. ¿Como llegué a pensar en morir por vos?
No sos nada. No sos tan grande para cambiar el rumbo de mi vida, al contrario entorpecias el camino.
No sos tan importante para cambiar la ruta de mis sueños, no necesito tu guía hacia un amor que no das.
No necesito el dolor que me provocas porque a veces besaras mis heridas. No necesitaba sufrir para merecer tu amor.
No necesitaba romperme, no necesitaba pagar con mi llanto tu presencia.
No era un trato justo dártelo todo, para que vos no me dieras nada.
No era justo que me culparas para cubrir tus errores, tus malas acciones. No era justo que me creyeras como vos. Porque yo nunca te hubiera hecho daño. Ese daño, cambiarte por alguien más. Menospreciarte, sacrificar tu comodidad. Todo en pos de alguien más.
No merecía eso. Yo nunca te hubiera hecho eso.
Y eso es lo que más te duele. Saber que yo nunca te hubiera tratado con esa indiferencia, con tan poca importancia. Con tan poco respeto.
Si yo adoraba tu presencia, apoyaba tus sueños. Celebraba tus logros.
Yo solo pedía respeto, aceptaba tu falta de querer. Aceptaba la unilateralidad de nuestra relación, aceptaba que no me quisieras de la misma manera.
Podes decirle a todo el mundo que tuve la culpa, que yo era la manzana envenenada. Podes decir que era cobarde, que era pretenciosa.
Más nunca podrás decir que era ausente.
Más nunca vas a poder decir que no puse paños mojados a tu fiebre, que no aliviaba tu dolor.
Nunca vas a poder decir que no cuide tu corazón. Estuve ahí en tu salud y enfermedad, en tus fiestas y soledad.
Nunca vas a poder decir que yo era como vos. No lo soy, no lo fui. No lo seré.