Mis palabras se las llevará el viento,

así como también espero 

se lleve mi tristeza

al sentir tu profunda ausencia.

Mi escritura no llenará el vacío

que dejó tu partida,

pero quizá pueda expresar,

mínimamente,

la calidez de tu cariño día a día.

Era hora, Teófilo,

de quitarte todo dolor.

Espero me perdones

por sentir cierta liviandad

sobre la situación.

Pero es que así como me duele 

que te hayas ido,

me dolería el triple

el acto egoísta

de querer tenerte todavía conmigo.

Te extraño.

Te extrañaré cada día de mi vida

y sé que así sera hasta el día en que muera.

Quiero dejar de sentir el olor de tu muerte

y volver al aroma de tu honesto amor.