Verde que te quiero verde,
una frase popular
y también
un poema sublime de García Lorca.
Un ejercicio de la cabeza
y un abrazo a lo descuidado.
A veces un color más,
a veces multitudinario.
A veces cuelga del puño,
del cuello,
y otras veces de la mano.
Con su movimiento en el aire
amanece y oscurece detrás.
Es un claroscuro
de las palabras que lidian,
que lidian en las venas,
en las cuerdas vocales
gastadas.
En los días de la vida,
hago el ejercicio de la cabeza,
recuerdo:
un silencio de redonda dura 4 tiempos,
este duró 4 meses.
Verde que te quiero verde
y lo entendí por fin.
Las cuerdas se tensaron
mi guitarra se calló
y nadie preguntó.
Entonces no se trataba de grupos
y de canciones.
Sacar las manos del manto de los ídolos crea convulsiones.
Creer que todo eso fue verdad
también.
Lo dijo.
Se dió vuelta el discurso de
«la prolijidad y el reconocimiento»
Lo dijo, se dijo.
¡¡¡Vení, acercate!!!
Todo lo rancio
termina en oso,
en uso y
en ción.
Lo dijo, se dijo.
Lo dijo, lo saqué.
Ahora hay un ídolo
al que en su corona,
ya le falta un laurel…
Ela bustamante