Qué es lo que reconozco en la lluvia que no se olvida en la ropa, que se humedece y huele a toda hora. Cuántas metáforas se hacen eternas para decir hambre, y no puedo comer. En algún lugar está padeciendo alguien mejor que yo, escuchando peores voces diciéndole lo que mi cabeza me oprime a mi. Qué dicen las paredes que encierran mi decepción de vivir sin independencia ni corazón. La coyuntura de mi cerrazón que estrangula mi situación. Extraño la sensación de estar en el aire, vos me bajaste a tierra y me apartaste. No es que no te das cuenta. Es que decidís no mirarme. Como si fuese un estigma en tu carne, y nunca he querido lastimarte. Solo desdramatizar lo nuestro, darle el peso liviano de una masa de pizza que termina en helado. Buscar en el cajón de los cubiertos un cuchillo que corte la cinta bautismal de un nuevo elemento. Un cuchillo elemental de chillido fantasmal, que nos encuentre abrazando la soledad. Busco esa intimidad con vos que no me la da nada, no quiero volver al pasado, no quiero beberme las horas sin gusto a nada. Solo quiero volver a esa ventana que te hizo un recuadro en mi alma, en este túnel que ando siempre buscando el reflejo de lo que me sorprende. Sos vos y tu sexo el nombre de mi legado. Te escribí más que a nadie, y sin embargo, toda palabra se pone triste apenas toca el teclado. Quisiera no olvidarte jamás, pero es todo lo que me pedís. De cualquier manera no puedo empujar yo solo el amor hasta la bandera que tenga tu color. Necesito que me abras la puerta, aunque sea tarde. Esa es la estructura de mi amor. No olvidarme de nadie mientras viva para ser mucha gente en la que soy hoy y estoy.
Tendré que darle al cause su deseo interior. Vivir, vivir más, vivir mejor. Aunque duela como llaga este amor que se nos murió soltandolo contra el piso, con rabia con prisa con desesperanza. No es eso lo que extraño. Yo tengo todo en la balanza, ningún amor me ha matado, yo aprendí mal estando en todo. Sin poderme aferrar al presente con la líbido que da.