Hace un calor pegajoso en San Juan. No puedo dormir. Corre viento pero claramente no es un refrescante sur. Enciendo el celular; busco en Facebook tu nombre. Apareces en los seis primeros resultados. Te ves enigmática, mezquina, restringida: foto en el mar, familia sonriente, selfie reflexiva, frasecita ingeniosa. Ni un dato personal, ni un estado actual, solo un resumen cruel para quien no pertenece a tu círculo. 

Lo peor es que te conozco y te veo siempre. Sé que estás de novia, o eso infiero de tu foto de perfil de whatsapp. Sí, tengo tu whatsapp. Nunca me lo diste pero lo tengo. El viento suena como olas de un mar de lava.

Los grillos frotan su lomo (lo vi en un documental). Los mosquitos iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii aletean. ¡Qué calor, la puta madre! 

No puedo dormir. No sé si seguir este texto. Me arden los ojos. No puedo dormir. ¿Para qué elimine el dictado por voz? Vendría tan bien hoy… Por espacio. ¿El espacio o mis dedos mochos? ¿El espacio o mis ojos venosos? Debo liberar mi galería de virus.

No puedo dormir.