La naturaleza es un texto 

Somos Sujetos diría S. Freud; porque estamos sujetos a una falta. Una falta que no elegimos, pero aceptamos. Deseamos por desear casi por inercia y no sabemos qué. Queremos por contraste en modo de constancia y no sabemos cómo. En lo que va de mi año, retomé un hecho que dos autores abordan de formas diferentes: una es Rebecca Solnit y el otro es Raphael Bob-Waksberg (el creador de Bojack Horsemann). Ambos, a su manera, dan a entender lo siguiente: todos sabemos lo que queremos hasta que lo tenemos y nos damos cuenta que en realidad no era lo que queríamos. Bojack Horsemann, lo hace a través de una incisiva insistencia por no dejar de recordar su brillante experiencia Hollywodense (lo que desencadena toda su toxicidad). Rebecca Solnit, a través de un largo recorrido personal a través de conceptos, talleres, filósofos y mitos que consternan a su manera una premisa: Dejar la puerta abierta a lo desconocido, la puerta que da a la oscuridad. Es de ahí de donde vienen las cosas mas importantes, de donde venimos nosotros mismos y también a donde iremos.

 Rebecca Solnit parte de un aforismo realizado por Menón, un aforismo que traduce contemporáneamente de la siguiente forma: ¿Cómo comprender la búsqueda de cosas, que en cierto modo tienen que ver con desplazar las fronteras del propio ser hacia territorios desconocidos, con convertirse en otra persona? La forma que sintetiza como resolución, es la pérdida como acción. Se trata de deconstruir y reflexionar en general sobre los conceptos que cargan cierto peyorativismos para ser resignificados luego, es decir: reescribir la escritura. Acá dos ejemplos: desde el punto de vista de Walter Benjamin, debemos perdernos, por ejemplo, en una ciudad como nos perdemos en un bosque; hecho que requiere aprendizaje, hecho que requiere a su vez presencia y la cualidad técnica de aplicar todas nuestras herramientas. Perderse, según Benjamin, está más vinculado a estar presente que otra cosa. Perderse es una rendición placentera, vinculada a la absorta disolución de las formas desdibujándose en cada paso; es un estado psíquico al que se accede a través de la geografía. Solnit lo piensa de esta manera: la naturaleza es un texto que puede ser leído para quienes conocen su lenguaje. Hay un arte en prestar atención al tiempo: las rutas que seguimos, los hitos del camino, la información que te proporciona el sol, la luna, las estrellas para orientarnos o tomar una dirección según fluye el agua del río. Frente al analfabetismo de lo salvaje, se contribuye una cualidad humana, el arte de encontrarle gusto a lo desconocido sin que esto cause pánico o sufrimiento, el arte de encontrarse estando perdido. En su libro «Don Juan», Carlos Castañeda se refiere a este concepto como la forma depredadora en que el universo nos empuja hacia la conciencia. El universo, según los chamanes, quiere que seamos cada vez más conscientes y ellos ven el desapego cómo la forma de eliminar la búsqueda constante de la repetición.

La segunda deconstrucción, se encuentra vinculada a una confrontación fonética junto a la semántica de la palabra “perdido” en inglés; lost. Lost viene de la voz nórdica, significa la disolución de un ejército. El origen evoca la imagen de soldados rompiendo filas para volver a casa; una tregua a la guerra. En español Perderse viene del latín perdere (que se traduce como dejar algo); formado por el prefijo per (por completo) y el verbo dare (dar). Dare cambia a dere por una apofonía; sin embargo, viene de una raíz que también es entendida como: donar, dote y dotación. Si tenemos en cuenta el origen latín, perder puede ser dar algo por completo; dar nuestros dones. Perderse tiene dos significados distintos; perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido, y a su vez perder tiene que ver con la aparición de lo desconocido.

 Recuerdo una docente de Psicología Evolutiva, ella dijo que se permitía celebrar los cambios de carrera por los estudiantes, porque reconocía en ellos la fuerza suficiente para buscar algo que los haga en verdad feliz; más teniendo en cuenta que vivimos en un sistema dónde el abandono por elección casi desencadena depresión; en parte porque siempre es más fácil ocupar el espacio donde nos asentamos previamente que animarnos a buscar otra cosa, seguir una intuición. El gran maestro del suicidio social norteamericano entre tanta gente es Christopher McAndless. Christopher McCandless tenía 22 años cuando se recibió. Era el verano de 1990, y terminaba un grado en Historia y Antropología. Cuando tuvo su título, sus papás les regalaron un auto, luego donó los ahorros de toda su vida, prendió fuego el auto en medio de una ruta y empezó a viajar haciendo dedo a través de California. El viaje le llevaría por el sur del país, hacia Arizona, luego a México, y luego hacia el norte de Estados Unidos; Dakota del sur. Cruzó Canadá y llego hasta Alaska. Lo interesante de la acción de McCandless, es que cómo Luca Prodan o Siddharta, resignó toda posesión para empezar a vivir bajo sus propios términos. Luca Prodan, hizo lo mismo; asistió al prestigioso Colegio Gordonstoun, dónde cursó con el príncipe Carlos. Cuando le restaba un año para terminar, abandonó el instituto y se escapó. Tenía 17 años cuando tomó esa decisión por amor al punk; hecho que hizo que su familia iniciara una desesperada búsqueda con la ayuda de Interpol para encontrarlo. En ese tiempo recorrió toda Europa. Lo de Siddharta es drástico, pero igual de significativo y determinante: a el nada le faltaba (pero sin embargo sentía que sí); su futuro ya estaba inscripto, era un príncipe, el hijo de un brahmin (una clase social aristocrática de la India), le correspondía heredar el lugar de su padre, sin embargo, para Siddharta; el camino de la verdad pasaba por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. De ahí mismo que después sea un referente para parte de la religión oriental. Es que bajo el consenso del Budismo, el mundo es simplemente el mundo tal y como es, no existe un Dios que nos condene o castigue, Buda es quien aprende su propia lección. Buda es quien se atreve a emanciparse. La emancipación además de abarcar un dominio vital sobre la rutina implica un desorden disciplinar: con esto me refiero a la capacidad de seguir o reconstruir una forma que no sea predeterminada, algo así como romper el manual de los días tristes, para crear el propio: hacer de la disciplina una forma que sea funcional a tu vida cómo se dice con la literatura: un libro que te ayuda a pensar, también te tiene que ayudar a vivir. Regresando a Menón: ¿cómo emprenderás la búsqueda de aquello cuya naturaleza desconoces por completo? R. Solnit esboza una respuesta, no se trata de una pregunta sobre conocer lo desconocido, dice ella, sino de llegar a ese posible destino, sino sobre como emprender la búsqueda, como hacer el viaje.