El salmón:

 “Empecé a escribir El Salmón cuando estaba viviendo en la casa de Juan Desiderio, mientras él estaba en Costa Rica. Fue un invierno muy duro y yo no tenía estufa y me enfermé. Así que me sentaba dentro de la casa con un sobretodo y me ponía –como los personajes de Milagro en Milán– bajo un pequeño rayo de luz que entraba por una ventana que daba a un patio interno. Y ahí escribía en un cuaderno. Así que antes de sacar las manos del sobretodo para escribir un verso, por el frío, lo pensaba mucho. Por eso creo que es un libro de versos cortos, de poemas cortos. Y después me tocó volver a la casa de mi viejo: ése es el viaje del salmón”.

 Eso nos cuenta Fabián Casas sobre lo que fue el tránsito particular que lo llevo a escribir este hermoso librito. Los poemas que integran «El Salmón» son, en definitiva, algo trágicamente hermoso. Creo que un primer modo de aproximarse a estos escritos es advertir sus diferencias en términos de constitución visual, estrófica y rítmica: los poemas que constituyen El Salmon son breves, pero sólidos. Algo así como aquello evocado tanto por Pound como por Williams, en la poesía de Casas predomina una condensación emotiva, y es emotiva sin caer en un terreno de nerudismos literarios (gran punto a su favor): todo se logra a través de la precisión escénica. Entonces cada poema es un breve tránsito, que a pesar de ser breve, aún puede acompañarte internamente macerando al corazón durante un tiempo indefinido.


Los cinco poemas:

1.Una oportunidad


Caminas con las manos en los bolsillos
por la rambla, rodeando el mar.
Te acordas de otro tiempo, aquí mismo
estabas enfermo de la cabeza
y no podías sostenerte de pie 
con elegancia. Sin embargo,
pudiste salir.
Hubo una oportunidad en aquella época.
Ahora miras el mar, pero no decís nada.
Ya se han dicho muchas cosas
sobre ese montón de agua. 

2.Me detengo frente a la barrera

Me detengo frente a la barrera
Es una noche clara y la luna se refleja
en los rieles. Apago las luces del auto.
Está bien, pienso, es bueno que nos demos un tiempo.
Pero no comprendo nuestra relación:
no sirvo para eso. ¿Acaso servirá de algo?
Tu padre está enfermo y mi madre está muerta
pero igual podría ir y tirarme encima tuyo
como todas estas noches. Eso es lo que se
Ahora la tierra vibra y un tren oscuro
lleva gente desconocida como nosotros. 

3.Comics

Durante mi luna de miel
con la droga
Caronte me llevaba de paseo
en un taxi fino y rojo.
Yo nunca bajaba las ventanas
ni permitía que me pidieran dinero
en los semáforos.
Después, todo paso.
De ese tiempo me queda
un beso frio en el hígado
y cierta arqueología
en la paranoia. 


4.Una oscuridad esencial   

Hay una oscuridad esencial en esta calle.

Un único farol ilumina el contorno 
y árboles domesticados, altísimos, 
producen una música de acuerdo al viento.   
Miro a mi perro,   
una conciencia a ras del piso   
que hurga y mea en la tierra   
y pienso en mí, hundido   
en el lenguaje, sin oportunidad, 
sosteniendo una correa que denota 
lo que fue necesario para estar unido 


5.Una canción que no recordás

 
Acelerás despacio,
el aire en la cara te reconforta.   
A tu derecha, una heladera de coca cola 
ilumina la estación de servicio.   
Un colectivo, amarillo,   
cruza lentamente la calle.   
En la radio, los Beatles   
cantan una canción que no recordás;   
una cucaracha flotaba en el café   
cuando vaciaste la cafetera.   
Doblás y tomás por una calle oscura, 
 el empedrado te sacude un poco   
y el ruido liso que te acompañaba 
 es ahora un leve repiqueteo.   
¿Qué es lo que hace   
que una vida funcione y avance?   
Alguien, unos metros delante tuyo,   
hace señas para que te detengas.