Cómo en otras entregas en TFK (Crear una alternativa desde América Latina o El futuro llego hace rato) intentaré esbozar un análisis desde una perspectiva crítica, de izquierda y las juventudes e internacionalista respecto a la crisis institucional, democrática y política que padece el país desde hace varios años y su agravamiento en año electoral.

La falta de oportunidades de progreso, la precarización laboral, el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, los aumentos de servicios, alquiler y alimentos, etc., son moneda corriente en la sociedad argentina de los últimos 8 años. El recrudecimiento del capitalismo neoliberal ha llevado al (re)surgimiento de opciones partidarias reaccionarias, conservadoras, de ultraderecha o en última instancia netamente fascistas. El sálvese quien pueda versión 2.0 tiene otro condimento que tal vez se dé con particular diferencia en Argentina: la juventud como generación parecería, según la opinión pública y de sectores de los propios partidos políticos, inclinarse con cierta preferencia a la derecha política, en contradicción hasta biológica diría Allende, o en contra de la corriente de las emergentes multitudes que irrumpieron en la vida política de otros países de América Latina para cambiar el panorama irremediablemente: hablamos de las multitudes de jóvenes en Chile que derivó en la convocatoria a una asamblea constituyente, o en Colombia donde las protestas en la calle se volcaron por el binomio presidencial Petro-Márquez en las últimas elecciones, quienes supieron interpretar esos sentires.

¿Por qué en Argentina hay jóvenes que creen que ideas vetustas del siglo pasado van a solucionar los problemas actuales? o dicho de otra manera, el peronismo supo ser a principios de este siglo el gran aglutinador y convocante de las juventudes a la incorporación política, ¿en qué momento se perdió este pilar?

José Natanson, director de Le Monde Diplomatique Argentina en su artículo “El día que el peronismo perdió a los jóvenes” plantea ciertos líneas para abordar este tema, entre ellas la diferenciación principal con respecto a otros países latinos: la juventud argentina del siglo XXI se sumó a un partido con 70 años de historia, a un movimiento político de fuerte perspectiva estatista, con una maquinaria en funcionamiento donde más que crear había que convencer, y más que hacer había que formarse. Integrar un proyecto que no se plantea contra hegemónico, sino por el contrario, que propuso y propone militar desde la defensiva de un proyecto nacional, generó limitaciones para teorizar sobre la práctica kirchnerista desde el 2003 a la fecha y reflexionar críticamente sobre la narrativa creada a su alrededor: «el kirchnerismo desendeudó el país».

Justamente esta narrativa es la que se puso en juego cuando Cristina le pidió a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraron juntos… Macri endeuda, Peronismo desendeuda. Cuando el pacto electoral se rompió, validando la deuda ilegítima con el FMI a través del congreso votado por el mismísimo peronismo, la narrativa abandonó su efecto creador, para por el contrario, comenzar a socavar los pilares del kirchnerismo.

La juventud militante de a pie, no pudo en el macrismo, y menos ahora, tener un rol combativo o que al menos ponga en agenda temas de interés. Haberse incorporado a la política en organizaciones por fuera del partido justicialista vació del sentido de participación vinculante o con toma de decisiones de esa militancia, organizaciones que en el macrismo se quedaron sin estructura estatal, no pudiendo contener ni siquiera sus propios integrantes disolviéndose en su mayoría, reorganizándose en otros casos; esta juventud desesperanzada por la incertidumbre pero también por los pocos espacios de participación real se vieron forzados a virar a lugares donde lo que convocó desde siempre a este sector encontraba cauce: movimientos sociales que con su estrategia, errada o no, plausible de crítica, supieron sobreponerse al macrismo acumulando políticamente y en los territorios con propuestas a problemas que los partidos políticos no quieren abordar y que son justamente los que a cierto sector de la juventud importan y agobian: falta de trabajo o precarización, salarios de miseria, inexistencia de políticas habitacionales, preocupación por el cambio climático y el futuro incierto de las condiciones de vida en el planeta, entre otras.

El peronismo en su conjunto, lejos de poder entender este viraje no comprendió a los movimientos sociales y los critica negativamente anulando la posibilidad de ver en ellos un emergente político que con sus limitaciones propone y convoca, especialmente a sectores que antes eran nucleados por el peronismo: barriadas populares, mujeres, juventud.

Así como Perón se apoyo para su reelección en las mujeres, y en su tercera presidencia en la juventud, el kirchnerismo también lo hizo: una de las pocas propuestas de campaña que fue cumplida por el presidente Alberto Fernández fue justamente a este sector, la ley de despenalización del aborto que además, dejo esa célebre frase de actualización política y doctrinaria “proyecto nacional, popular, democrático y feminista” esgrimida por la entonces senadora Cristina Fernández.

Si el kirchnerismo se presenta como la narrativa histórica del desendeudamiento y crecimiento del país, no haber roto abiertamente su participación en el gobierno de Alberto Fernández luego de convalidar el endeudamiento, deja difusa la idea de presentarse al pueblo como una opción crítica al mismo. La famosa unidad ante todo o el conservar estructura dentro de espacios de gestión, le costaron al kirchnerismo la credibilidad de sus actos y lo deja en una disyuntiva que parece no tener una salida política superadora sino por el contrario seguir callando las críticas, traduciendo estos problemas en mesas chicas y decisiones de pocos, gestiones abroqueladas, falta de creatividad política de dirigentes que esperan o especulan, en definitiva hambre pal pueblo.

Pero como dije al comienzo, este análisis debe hacerse en contexto de América latina. El pasado 1ro de mayo día de los trabajadores y trabajadoras, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, realizó un acto con fuerte movilización del pueblo, en especial de sindicatos y juventud donde pidió el apoyo del mismo para ciertas reformas que necesita llevar adelante, principalmente la reforma agraria y de salud. Lo que me llamó la atención del discurso fue el contexto y las palabras que utilizó: Petro en el último mes se vio obligado a realizar un recambio de gabinete ya que algunos ministros de su coalición no querías llevar adelante estas medidas, lejos de dejarse intimidar por esta crisis el presidente renovó el gabinete con nuevos funcionarios más afines al programa de gobierno pactado electoralmente, es decir, podría haber virado a la derecha en el afán de “gobernabilidad”; pero como conducción política estratégica el presidente redobla la apuesta, se deshace de ministros que eran parte del arreglo electoral, cierra filas en función a objetivos claros y se apoya en el pueblo, en la movilización y la juventud para llevarlos adelante:

“Si un joven por allí, queriendo aprovechar la fase en la juventud, en la vida, en donde se pueden construir las posibilidades de la existencia, no puede entrar a una universidad porque vale mucho, o porque se estudia de día y él tiene que trabajar en el día para poder comer, pues esa juventud no tiene libertad.


La posibilidad de hacer música, la posibilidad de crear, de inventar, de dar espacio libre al espíritu, no es posible si no se tiene lleno el estómago, si hay carencia, si hay la preocupación permanente por el de qué voy a vivir en el día de mañana si no está asegurada la comida.

Pues nuestra sociedad colombiana no tiene libertad. (…)

Hasta que despertamos. Pareciera un triunfo impuesto quizás por una moda. Un pueblo que supo estallar en manifestaciones, que supo poner la problemática social en la mesa de la discusión, que supo, a pesar de 80 asesinatos de pérdidas de ojo, de miles de jóvenes detenidos, supo colocar en el centro de la discusión pública la reforma social.

Esa juventud pobre no era la de las universidades, no tenían ni siquiera el privilegio de estudiar. Pasaban todos los días deambulando por las calles tratando de rebuscarse en combos, a veces perdidos, a veces sin ubicar lo que podría ser un destino una misión. Fueron saliendo a esas esquinas de los barrios populares a plantar una bandera, a poner una barricada.

Terroristas, les dijeron –aún hay decenas presos–, pero lo que estaban poniendo sobre la barricada no era el nombre del terror que con él sí se les combatía, sino lo que estaban poniendo encima de la barricada era la bandera de la dignidad, era la bandera de la democracia, era la bandera de la libertad.

Gracias a esa lucha yo estoy aquí.

Si no hubiera sido por ellos, aquí, frente a una plaza desierta, estaría uno más de los mismos. Quizás hubiera tenido que estallar de nuevo el pueblo, quizás las luchas hoy serían más intensas y terribles.

Pero ese estallido social de la juventud popular de Colombia puso en el centro del país la necesidad del cambio, la necesidad de la transformación, la necesidad de la justicia social.”  (*)

Es notorio el rol protagónico que Petro le da consciente a quien en algún sentido lo llevó al poder: la juventud popular y sus ansias de un futuro mejor donde pueda soñar y planificar, en un mundo cada vez más incierto. El gobierno colombiano sabe que si traiciona o se corre del camino de las propuestas electorales que asumió se deteriorarían las posibilidades de gobernabilidad. En Argentina, por el contrario pareciera que la juventud siempre queda para los mandados, para repartir la boleta, para llenar el cole, cantar en el acto, pero no para hacer cumplir el mandato electoral.

La negativa de Cristina, la conducción del movimiento nacional de presentarse como candidata argumentando principalmente la ingobernabilidad del país y su posición de no querer ser mascota del poder, nos deja a lxs jóvenes que vemos en ella una líder sin ninguna fortaleza para planificar la esperanza, sin caminos posibles hacia la construcción de alternativas políticas, así es que todo se reduce a la advenida de algún mesías, un Néstor del sur que mágicamente llegue como película de Disney a salvarnos del malvado fondo. ¿No sería más efectivo que se articulen grandes marchas sectoriales contra el fondo monetario? ¿Dónde está el paro que la CGT, columna vertebral del peronismo, debería haberle hecho al FMI hace rato? pareciera que necesitamos un quiropráctico.

El problema económico que agobia al país, el endeudamiento y la falta de dólares sumado al paupérrimo estado de la corte suprema de justicia, cooptada abiertamente por intereses foráneos se convierte así en el principal problema democrático e institucional, el más importante desde la crisis del 2001. Si la dirigencia política no encuentra los instrumentos constitucionales para introducir a la gente en el debate público sobre estos temas es muy probable que la profecía de Cristina sea realidad: gobierno que cumpla el acuerdo con el fondo, gobierno que será impopular y de ajuste. ¿Por qué no se plebiscita la posibilidad de reformar la justicia? ¿por qué no se consulta al pueblo como pagar la deuda? Ya sabemos donde otros gobiernos buscan la fuerza para llevar a cabo estas reformas.

La crisis del peronismo es tal, que si no puede recuperar y apoyarse en sus actores principales e históricos y dar nuevas respuestas a los cambios que presenta la globalización y el mundo multipolar que ya llegó, estará en franca desaparición. Será revolucionario o no será.

“(…) sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser un punto de inflexión del nuevo tiempo.”

(*) https://petro.presidencia.gov.co/prensa/Paginas/Palabras-del-Presidente-Gustavo-Petro-durante-la-conmemoracion-del-Dia-de-230501.aspx