«Un lugar perfecto para la resistencia»

eso le dije.

Tiene lo necesario

tierra, verde, distancia;

ahora, una luna como farol

que alumbra cada sitio.

Esa lejanía del todo

la convierte en una fortaleza casi infranqueable

sólo perturbable

si los nuestros dejan pasar la miseria.

Un lugar perfecto para la resistencia

pero allí parecía que ya había pasado el Apocalipsis.

En las zonas de poco tránsito

los yuyos llegan a la cabeza,

por demás brota el rocío

impregnando todo

las nubes maquilladas con luz de luna

imponen su presencia

ante los cuises y alimañas que corren

en el más impoluto silencio.

Nada rompía el clima de rostros desfigurados

de rostros sin esperanza.

Tenían todo,

buenas reservas de juventud,

el búnker y un montón de ideas

atadas a la garganta 

listas para disparar,

pero una gotera

les fue creciendo en la cabeza

e inundó los ojos.

Las palmeras indómitas nos recuerdan la causa.

Ante mí se despabiló el cuerpo

pero del susto.

Los dientes aprietan los párpados

y ellos ya no pueden pensar.

Tienen todas las flores, y no pueden.

Tienen toda la tierra, y no pueden.

Espasmos de vida cuando ven

unos labios pintados

y los hace preguntarse

¿quién es el mejor?

Un trago de agua

dos notas sonando, pero no tan fuerte.

Con lo que contamos ahora:

dos perros fieles; uno ciego,

el otro todavía pequeño

Lo que queda es que se pregunten

para qué tienen esas ideas en la garganta

si para vomitar

o para matar.

El hastío se disfrazó de mujer 

y les pintó la cara.

Tienen todas las flores, y no pueden.

Tienen toda la tierra, y no pueden.

Tienen toda la vida, 

y sólo sembraron muerte.

Este poema lo escribí en el año 2019 y forma parte de una revista digital de la Universidad de la Frontera, Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades de Chile.

https://issuu.com/revistazur/docs/zur-volumen-1-numero-1-2019