No hagas lo que no te gusta que te hagan, me dijeron. Entonces paré de hacer cosas.
Mi perra se estira y me pide upa. «No puedo», le digo, «a mí no me gusta que me hagan upa». Igual me sigue pidiendo.
Hacé lo que te gusta que te hagan, entendí. Entonces te empecé a llevar flores, te preguntaba por tu día, te decía que te quería.
Por el reflejo de la ventana veo el florero juntando tierra en la mesita. Nunca tuvo ni una flor.