Cada 24 de Marzo, a modo de ritual, y para mi, obligatorio ejercicio de la memoria, salgo de recorrida. Todo comienza en Pago Chico 131, la casa donde nos criamos. En la vereda de enfrente, apenas unos metros a la derecha, vivía la familia del decano del departamento de Agronomía de la UNS, a quien no voy a nombrar por cuestiones de privacidad. Una mañana del ’76 frenaron dos camiones del ejército cargados de militares, a los golpes y a los gritos entraron a la casa del profesor, y así, delante de su familia, a patadas y de los pelos, lo subieron a uno de los camiones. A su esposa y a los chicos los mantuvieron en un rincón del patio, llorando de la desesperación, mientras otro grupo rompía toda la casa y tiraba los libros y los discos al medio de la calle.

Bajo tres cuadras por Reconquista, doblo a la izquierda una cuadra por La Falda, bajo del coche y me siento en un banco de la plaza, frente a la Escuela 39. Los recuerdos me llegan intactos, de a montones, sin faltar ningún detalle. Entre toda esa banda legendaria con la que fundamos la escuela tuvimos una compañera hermosa, de pelo largo, callada y tímida, que nunca nos invitaba a su casa, el motivo lo conocimos muchos años después. Su hermana, una excelente estudiante de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, que además contaba con un fuerte compromiso social, había sido secuestrada, torturada y desaparecida. Su mamá fue una las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo.

Entre los varones sigo teniendo varios amigos de la escuela, con uno de ellos pasó algo particular, yo iba casi todos los días a su casa, y de repente su papá, que era Dr. en Matemática de la UNS, no estaba; había viajado, eso nos decían, aunque no sabíamos adónde, ni cuándo volvería. ¡Volvió!

La necesidad de seguir recordando me hizo retroceder una cuadra para observar desde la esquina la casa de Alejandro Mónaco, joven secuestrado, asesinado y desaparecido; tres cuadras más abajo freno unos minutos frente a la que fuera la casa de Ale Oliva; su hermano era estudiante de la UNS, secuestrado, asesinado y desaparecido.

Anduve sin parar hasta el Colegio Nacional, no porque no hubieran más historias ni recuerdos en ese trayecto, sino porque debía ordenar cada cosa en su lugar.

Las historias que se me vienen cuando comienzo el secundario ya carecen del todo de cualquier costado fantástico y se convierten en momentos crudos y duros. Fue en ese colegio donde a pocos días de comenzar las clases en el ’76 pasamos de tener un puñado de profes piolas a que nos cambiaran al Director por un Interventor, y fue como si a las profesoras les hubiesen crecido bigotes. Fue ahí por primera vez que por alguna macana me llamaron “subversivo”. En ese momento tomé conciencia de que me mantenía vivo solo por tener tres o cuatro años menos de los que se requerían para estar condenado a muerte.

Apenas a cuatro cuadras del colegio mi padre tenía su estudio jurídico, una casona antigua en calle Güemes 128 con dos balcones a la calle; en uno de ellos una noche también del 76’ nos colocaron seis kilos de explosivos; sí, una bomba. La casa tenia cincuenta metros de fondo y como con un hachazo quedó partida en dos mitades iguales. Mi viejo, por una cuestión de protección para con nosotros, no nos contó el motivo hasta que recuperamos la democracia.
Dos días antes de la explosión un señor llamó muy tarde a casa para decirle a mi padre que tenía información certera de que a su hijo y a su sobrino los habían secuestrado en la UNS y que los tenían en la comisaría colgados de los brazos y piernas desde unos dos días por lo menos. Mi padre fue a corroborar, por supuesto se encontró con un “no” oficial, y no tuvo mejor idea que, en vez de irse por la puerta del frente, mandarse para la cocina, ahí mismo se encontró con los dos jóvenes colgados. El resultado de tomar semejante riesgo fue el de blanquear la situación legal de los chicos, que a raíz de una denuncia penal, fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo, por un lado, y el bombazo en Güemes, por otro.

Memoria, verdad y justicia!!

Mariano A. Arzuaga, Bahía Blanca, Marzo 24 de 2024.-