Entre marzo y abril de 2008 aprovechando un viaje a Nueva Zelanda quisimos con Marcela conocer Australia y nos fuimos tres días a Sydney, 18 u$s la noche en un hostel para surfers en el corazón de la zona roja llamada Kings Cross.
La confusión que nos generó el jet lag nos cambió el paso, después de dieciséis horas de avión nos levantó John, un amigo australiano en el aeropuerto, pasamos por su casa a buscar a su mujer y sin saber el día, la hora, el año y el país en el que estábamos nos llevaron a conocer toda la costa, ya desde su casa arrancamos con unos gin tónics y de ahí en mas en cada parada alguna ricura como camarones asados con una papa rellena con crema y mucha, mucha cerveza.
Sobre las 17 John me preguntó la dirección del hotel para llevarnos y cuando le dije la zona se puso furioso, ¿cómo vas a parar en esa pocilga y en la zona roja?, les cuento que la zona roja de Sydney es como parar en la Av. Santa Fé al 4.000 de CABA, y el hostel mas allá de tener baños compartidos, cosa que no nos molesta para nada le podías pasar la lengua al piso.
Nos tiramos un rato que se convirtió en uno de esos pozos de doscientos metros en los que caes cuando te dormís profundamente. Nos despertamos a las 23 y el chico que atendía el hostel nos dijo que a esa hora eran muy pocas cosas las que encontraríamos abiertas, solo algunos bares.
Fuimos decididos a conocer así que salimos y después de caminar algunas cuadras encontramos un bar Inglés del que salía buena música y mucho murmullo. En la tarima una chica con un guitarrón acústico metiéndole una garra terrible para tapar el barullo de los parroquianos que no estaban dispuestos a prestarle mucha atención. Nosotros si.
Ya sentados en una típica mesa alta con banquetas ídem quedé espalda con espalda con un muchacho que compartía su mesa con dos chicas, ellos tomaban y reían de manera exagerada. Él ya me había empujado un par de veces sin querer hasta que en una de sus divertidas convulsiones me sacó de mi banqueta, me di vuelta con algo de fuego en los ojos, él hizo lo mismo y en ese momento en el que pensé que todo podía terminar mal, me disparó un “excuse me” salvador. Su pronunciación fue tan limpia y británica que hasta me sorprendí de haberlo entendido.
Al momento mágico que viene a continuación no le voy a encontrar explicación nunca.
Me miró muy fijo y me hizo dos preguntas que hoy sigo creyendo que él ya conocía las respuestas, la primera, ¿de dónde sos? de Argentina le contesté y ¿en que año naciste?, raro que te pregunten eso en un bar, no?. Cuando le dije 1963 se le llenaron los ojos de lagrimas y me dio un abrazo, perdí a mis dos hermanos en la guerra de Las Malvinas me dijo. Si, Malvinas dijo!!
Todas las sensaciones que me pasaron por la mente y el cuerpo no podría escribirlas aquí, prefiero compartir esta historia con ustedes para que cada uno le de la vuelta que quiera a la situación.
No le pedí ni el mail ni el cel ni nada.
Solo se que se llama Pet y que algo nos une para siempre!!

#2DeAbril