Pensó que había dos formas de observar, una desde el movimiento que lo trasladaba hacia la ciudad en el furgón de los viernes que pasaba a buscarlo, la otra cuando lo que se movían eran las cosas, desde la quietud de su silla de ruedas.

La noche se instalaba dentro de las habitaciones buscaba los fósforos para encender las velas, Juana la mujer que le hacía la limpieza cambiaba todo de lugar.

Cuando llegaba Juana Él con su mejor cara de ogro cascarrabias la recibía con el reclamo de sus objetos perdidos.

—¡Le voy a descontar el día! ¡Usted es una desgraciada! se aprovecha de mí. ¡seguramente me está robando! —amenazaba en tono elevado —Cuando mi hija venga a buscarme para regresar a nuestra parcela en Londres no la voy a llevar.

—La furgoneta seguro que se averió en el último recorrido. Elena no la cuida como debería, los frenos nunca funcionaban —se desplazo en circulo muy preocupado —Mañana vendrán los Cumpas la timba viene fuerte, esta vez apostaré el total de mi capital.

Abrió dos cajones más abajo saco los fósforos encendió la vela, mañana la noche va a ser larga, al fondo el viejo farol a queroseno, sin nada, Juana no tiene memoria.

Pensó que había dos mundos el de los días y el de las noches sirvió ginebra dos medidas, giró las ruedas de su silla frente a la ventana.

El grupo de soldados del ejército de Pumba poblaron las calles soberbias del mundo despiadados. Se expandían lauchas plagas resabios de las guerras.

El correo una pocilga se convirtió en su vivienda bolsas y bolsas de cartas de años, el muchacho que repartía desapareció tres años atrás, sospechaba de los Pumbas aunque las calles se silenciaban y el orden estricto que mantenía herméticamente la fuerza.

Sobre el viejo mueble con el polvo encima una certificada no llegaría a esas leyendas, el anciano tampoco se preocupó.

Mientras la furgoneta avanzaba kilómetros tras kilómetros observo que el mundo se movía con él, se llevaba todo el trigo sembrado, los animales, los árboles, las personas los libros amarillentos de Clara su hija que le dejo la temporada pasada.

Al mar unos días de playa y sol su piel no tocaba el sol desde la silla de ruedas, todo el viento se movía con él, sí debemos volver antes que los muchachos lleguen, se apuesta fuerte y el no se ausento jamás a esas noches de juerga

—El queroseno falta —se dijo, compraría camino de regreso al correo.

Ya se veía el campanario el viento acompaña los golpes de las doradas campanas sonaban más mas vibrantes como anuncios de sucesos importantes, en el descampado se replicaba ese sonido cubriendo las distancias hasta el mar, hasta el pueblo que llegaba con todo lo que traía.

Saco abrigos, camisas, pantalones, ya vendría Clara a buscarlo esta época en Londres el clima es frio, la bufanda la sostuvo con fuerzas contra su pecho, esa pequeña tela quedó del paso de su amiga aquel verano que se marchó sin despedirse, cuando termino el equipaje lo dejo cerca de la puerta.

Ya mirando la ventana con su medida de licor, mirando la noche en espera de que Clara llegue una ráfaga de viento por la ventana de vidrios rotos tiro la vela encendida entre las cartas.

—¿Clara eres Tú? ¡Vamos, vamos! en Londres el clima es mejor.