Estando en un taller literario, Julián, que tenía aspiraciones de ser un gran escritor, se sometía al primer ejercicio de su quinta clase. Él y sus treinta compañeros de curso comenzaron a copiar las instrucciones del pizarrón…

CREAR UN CUENTO BREVE QUE CONTENGA LAS SIGUIENTES CONSIGNAS RESPETANDO LA PUNTUACIÓN Y EL ORDEN:

1) Yo era el secretario

2) mi vida continuó en ese infierno 

3) por si acaso, cada vez que abren la puerta acolchada, me pongo a aullar como un lobo, para no escucharlos.

Una hora, era el plazo que le daban para realizar el ejercicio y a Julián, que le gustaban los desafíos creativos, ese tiempo le sobraba…

 “Mmm Yo era el secretario… Yo era el secretario… ¿Secretario de prensa?… ¿de energía?… ¿del Ministro?… ¡No!: Yo era el secretario de planeamiento de una poderosa compañía constructora… ¡Ahí está!…”

“Yo era el secretario de planeamiento de una poderosa compañía constructora y apenas transcurridos seis meses en ese cargo, comencé a notar algunas irregularidades en los contratos de ejecución del directorio, era evidente que me encontraba en medio de algo turbio y desde luego yo no quería verme involucrado. Disimuladamente me lancé a investigar en los programas de la computadora oficial y sucedió, que en la sección planos de edificación de un enorme complejo habitacional, descubrí una importante alteración en la proyección de las estructuras metálicas y eso me intrigó. La licitación para construir estos monoblocks que albergarían a cientos de familias ya estaba ganada, pero me llamó la atención que las cifras de las órdenes de compra del acero no coincidían con los requerimientos técnicos edilicios… Al parecer, en alguna parte de los cálculos de la monumental obra a comenzar “se produjo un error”, haciendo que se esfumaran más de cien toneladas de acero entre los requerimientos y eso, desde ya significaba una potencial tragedia… Frente a esta situación y sin dudar en denunciarlo, inserté un pen-drive en la máquina y copié “la prueba del delito”, pero con tan mala suerte que justo entró mi jefe y me descubrió… Después de intentar convencerme de que lo expuesto no acarreaba ningún peligro y que las estimaciones de menor resistencia estructural ya habían sido contempladas por los ingenieros, me invitó a seguir con mis tareas insistiendo en ignorar esos informes los cuales aún estaban en revisión y luego de quitarme el dispositivo de memoria de las manos sin mi autorización, me sugirió que olvide lo acontecido y me concentre en mi trabajo, pues de esa manera le estaba asegurando el futuro bienestar a mi familia… A partir de ese momento negro, comencé a recibir insinuaciones y amenazas “invitándome a mantener la boca cerrada”, ello martirizaba mi cerebro día tras día… Y así, mi vida continuó en ese infierno hasta que decidí poner punto final a tal suplicio. Acumulé valor y relaté lo que sabía a un abogado que creí confiable, pero ahora estoy pagando un alto precio por haberme dirigido a un profesional corrupto. A partir de ahí, todos los involucrados en las estafas tramaron un complot para hostigarme laboralmente y me plantaron “pruebas” que me hacían partícipe en sobornos y dádivas, pruebas de las cuales no pude desprenderme para demostrar mi inocencia…

Para ir zafando de esta incómoda situación, se me ocurrió una idea y comencé a hacerme el “perturbado mental” haciéndoles creer que en noches de luna llena me convertía en un hombre lobo, de esa manera intenté convencerlos que no era peligroso y que nadie me creería alguna historia comprometedora para ellos, pero lejos de esto, mi actuación les vino bien para poder encerrarme en un instituto de rehabilitación mental comúnmente llamado “manicomio”… Y es ahí donde me encuentro ahora, en el último piso y estoy por arrojar al vacío este sexto pedido de auxilio escrito con mi sangre, esperanzado en que alguien lo recoja y crea lo que revelo, deseando -por supuesto- que esa persona tenga la valentía de acudir a la policía, para así abrir una investigación sobre esas construcciones antes que se vengan abajo y de esa manera, también demostrar mi inocencia.

Después de todo, reconozco que fui un cobarde por no haberlos enfrentado en los momentos precisos y un tonto por haberme confiado en gente de mi entorno…Y confieso, que para conservar la vida y la integridad de mi familia me “hice el loco” creyendo que de esa manera me dejarían en paz, ellos me siguieron el juego y cuando me trajeron a una entrevista a este loquero me encerraron y no pude salir más, seguramente “arreglaron” a los directivos -como hacen con todo-. Y ahora, cada vez que me mandan a los enfermeros a “lavarme el cerebro”, me sigo haciendo el loquito para despistarlos, mientras espero que alguna vez alguien encuentre mis pedidos de auxilio… Lo cierto, es que no sé cuánto tiempo más podré soportar sus gritos y vejaciones, por si acaso, cada vez que abren la puerta acolchada, me pongo a aullar como un lobo, para no escucharlos.”

Sobre la hora y satisfecho con su historia, Julián hace fila para entregar el ejercicio, mientras observa por la ventana la construcción de un gran edificio en torre…

                                                                                                                                Osvaldo Roble