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Fernando, rema hacia un punto luminoso en medio de la oscuridad absoluta, el bote de madera rústica, se mueve a empujones por las brazadas del muchacho, que no supera los dieciocho…

-¿Es de noche? –quiere saber Ernesto, que está leyendo este relato.

“No lo sé –le respondo, mientras observo a Fernando-. Está oscuro, pero no sé si es de noche… No hay luna, no hay estrellas, no hay cielo. No te puedo asegurar que sea de noche sólo porque esté oscuro…”

-Es simple –responde Ernesto-, si está oscuro es de noche.

“Agua tampoco hay –respondo yo, que estoy contemplando la escena-, aunque lo veo remar en la oscuridad absoluta y dirigirse hacia un punto luminoso lejano…”

-Pero si no rema sobre el agua, ¿sobre qué lo hace? –pregunta Ernesto.

“Y no sé –respondo yo-. Sólo te cuento lo que veo, Ernesto. ¿Sigo?”

-Sí sí, por favor, esteee… no sé quién sos…

“No te preocupes, yo tampoco. Sólo, puedo ver a Fernando dirigiéndose hacia un punto luminoso y ahora está más cerca. Lo estoy viendo, pero no sé desde qué sitio, ¿me explico?”

-Ah sí, claro –responde Ernesto-, serás como una cámara en un dron que lo sigue… Bueno, Fernando irá hacia un barco o una isla donde hay un faro, por la luz digo…

“Suena lógico, amigo lector, pero no lo voy a saber hasta que él no llegue a esa luz…”

-Tal vez se trate de un náufrago perdido –comenta Ernesto-, o de un navegante solitario, porque de noche, no creo que practique deportes.

“¿Por qué dices que es de noche, Ernesto?”

-¡Y sí! No hay otra… Está remando en un bote en medio de la oscuridad, ¡tiene que ser de noche!

“Si te tranquiliza, quédate con eso, Ernesto.”

-Porque si fuera un eclipse, duraría unos minutos, nomás…

“Bueno, ahora Fernando está llegando al sitio luminoso.”

-¡Por fin! ¿Pero dónde llega? Contame vos, que lo estás viendo…

“Te cuento: Es un lugar luminoso.”

-Ah, con muchas luces…

“No veo luces…”

-Bueno, será como una isla iluminada con velas, faroles, llamas, ¡no sé! Dame una idea eeeh… ¿cómo dijiste que te llamás?

“No lo dije, porque no tengo nombre…”

-¡No puede ser! ¿Y cómo te dicen, cómo te llaman?

“¿Quiénes, Ernesto?”

-¡No sé, las personas con quien convivís!

“No convivo con nadie, Ernesto.”

-Pero… ¿Y cómo te movés? ¿De qué vivís? ¿Quién sos? ¿Qué sos?

“Muchas preguntas, Ernesto… Sólo sigue leyendo. Yo te voy contando lo que veo… ¿Está bien?”

-Eh bueno, está bien, dale… Vos me contás lo que ves… Pero si ves quiere decir que tenés ojos…

“No dije que los tuviera Ernesto… Porque puedo ver, no significa que tenga ojos…”

-¡Pero! ¿Sos un hombre… o una mujer?

 “Ni uno, ni otra…”

-¿Sos humano?

“¿Debería serlo?”

-¿Sos un robot, un androide, un ente?

“¿Debería serlo, Ernesto???”

-No entiendo…

“No te preocupes por entender, amigo lector, sólo sigue el relato…”

-Está bien, pero me preocupa no entender, no saber con quién dialogo… Una preguntita más… ¿Podés oír?

“Sí, puedo oír.”

-¡Ya sé!… No me digas… Porque podés oír, no significa que tengas oídos…

 “¡Muy bien Ernesto, vas aprendiendo!”

-Bueno, dale… Me relatás que Fernando llegó a un lugar iluminado, remando en medio de la oscuridad, ¿así está bien?

“Sí.”

-Ahora describime el lugar, ¿es una isla, una habitación, una nave?

            “No veo nada de eso, amigo lector, es un lugar iluminado en medio de la oscuridad…”

 -Ah y ¿qué hace Fernando?

 “Se baja del bote, entra a ese lugar y camina por ahí.”

 -Bueno, contame hacia dónde va… ¿Es misterioso esto, no?

 “¿Misterioso? No lo sé amigo lector, sólo te cuento lo que estoy viendo y escuchando… Ahora veo a alguien que va a su encuentro…”

 -Ah, ¿quién?

 “No lo sé, parecen… Sí, son las figuras de un hombre y una mujer de unos cincuenta años, se los ve vivos físicamente, pero muertos anímicamente… Son como… Tú dirías “hologramas” que aún no toman definición…”

 -Ah, dale y qué pasa, ¿se dicen algo?

 “Por ahora, sólo se miran…”

 -¿Podés ver sus rostros?

 “Algo.”

 -¿Y no los conocés?

 “¿De dónde debería conocerlos, Ernesto?”

 -¡Ufa! ¿No ves televisión o cine, no estás en la calle en contacto con otras personas?

 “No Ernesto… Sólo te comento lo que veo y escucho…”

 -Qué extraño es todo esto, ¿Serás un ángel?

“No te compliques Ernesto, sólo sigue leyendo…”

-¿Pero no hablan nada? ¿Sólo se miran? ¡Quiero que pase algo, quiero acción!…

“¿Para qué?”

-¡No puedo esperar más, voy a dejar la lectura!!!

“De acuerdo Ernesto, lo que yo vea y escuche respecto a Fernando, siempre lo encontrarás entre estas páginas… Retoma cuando quieras.”

-Esss que no puedo con la intriga, quiero saber qué sucede, dale, sigo leyendo un poco más.

“Ahora se abrazan los tres…”

-¿Ah y qué se dicen?

“Sólo puedo oír lo que dice Fernando, lo que hablan la mujer y el hombre, no.”

-Ah ¿y qué dice Fernando?

“Dice: Hola mamá, hola papá, me dejan visitarlos cada noche en sus sueños para que no me extrañen tanto.”

-Ah ¿Y los padres qué hacen?

“Lloran, Ernesto… Lloran emocionados y lo abrazan…”

                                                                                                                                                             Osvaldo Roble