Cada vez que las gotas de lluvia

se colaban entre

las chapas del techo de nuestra casa

se improvisaba una partitura

Valdes y ollas servían de tambor

y en el conjunto

se escuchaba como

una batucada sostenía la escena

Después de superar el pálido invierno

un andar salvaje se colaba

en el juegos de los niños 

que éramos

y la primavera alimentaba de colores

la poca naturaleza que nos rodeaba

Una planta de moras,

a la que trepábamos

reunía un enjambre de moscas

mientras se escuchaba el graznar de los gansos

que amenazaban con picotear nuestros frágiles cuerpos

Por las calles

un vendedor de gallinas

a viva voz

destacaba la calidad de su mercancía

“Cuatro horas de hervor y verá qué terneza”

Nada de eso, impidió que seamos felices

Ni que disfrutemos de nuestra compañía de hermanos

dos cómplices malditos y

bellos en la inocencia

Todavía nos recuerdo

enterrados en la tierra

en la búsqueda del tesoro

vos al cuidado de mi andar con polleras

juzgando si en un descuido mostraba la bombacha

y la alucinación que tenías por llenar

el álbum de figuritas del mundial 1986

Robaste uno casi  completo 

y te hiciste de las más difíciles

la tarde en que mamá y papá se enteraron

hubo aleccionamiento 

no creí merecerlo

pero pasó

38 años más tardes, se los reprocho

aunque de no ser tan salvajes

¡qué historias más aburridas contaríamos hoy!