¿Cómo escapó de la vida que me inventé a tu lado?

¿Cómo me arranco de los huesos tu perfume? Lavar mis sábanas no sirve de nada; debería incendiar toda mi casa para borrar tu presencia, para nunca más volver a sentir tu aroma impregnado en cada rincón. Son tantas las esquinas que debo evitar para no tropezar con tu recuerdo, que tal vez lo más fácil sea no salir de mi habitación. Pero, ¿cómo voy a huir si mi casa está invadida por vos, si cada rincón de la ciudad está contaminado con tu risa? ¿A dónde debería escapar, si hasta mis propios huesos ya no son refugio, sino jaula de todo lo que abandonaste?

Permití que tus huellas empaparan cada centímetro de mi piel, y ahora no hay rincón de mí que no esté marcado por tu sombra. ¿Cómo te quito de mí?

¿Cuál es el secreto para desgastar tu presencia hasta que el eco de tus promesas deje de rebotar en las paredes? ¿Cómo debo hacer para aprender a coexistir con la memoria de vos sin dejar que me consuma, sin luchar contra los fantasmas que dejaste en mi cama, en mi aire, en mi piel?

Porque, aunque me niegue a aceptarlo, estás en mis huesos. Y sé que, con el tiempo, los harás más tuyos que míos. Que tus vestigios me rondarán por toda la eternidad.

Ya no existe una versión de mí limpia de tu existencia. Tu presencia me ha invadido por completo, ¿cuánto tiempo más voy a tardar en encontrarme a mí misma, en un rincón de este cuerpo que ya no siento como propio?