Hay un bichito llamado «ser Scout».
Cuando te pica, se siente tanta alegría como para no dejar de hablar de la promesa.
Te emociona.
Te convierte en una mejor persona.
El ruido deja de ser molesto cuando estas cómodo en una comunidad.
Te hace sentir especial ser parte de un grupo grande de personas que te quieren como vos a ellas.
Pero a veces, aunque duela, se termina.
«No es más que un hasta luego».
Dije tantas veces esa estrofa.
La cante con el corazón abierto, con la voz ronca y con personas abrazándome alrededor de un fuego casi muerto.
Simplemente no la puedo ignorar.
Esta comunidad fue mi segunda casa por mucho tiempo.
Pero llegó un momento en el que dejó de serlo.
De la nada empece a sentir que ya no formaba.
Decidí que lo podía ignorar.
Pero me arruinó…
«Poder decir adiós es crecer» dijo un mí ídolo.
¿Y yo? amo más a este movimiento que a mí propia capacidad de tocar instrumentos.
Por eso tengo que despedirme.
No lo puedo dejar como un mal recuerdo.
No lo quiero exprimir hasta la última gota de felicidad que me pueda llegar a dar.
Aun así, se que siempre voy a estar.
Que si mañana quiero regresar, va a pasar.
Que voy a volver a ver fogones.
Que mi pañuelo no va a quedar colgado juntando telas de arañas.
Gracias Estomba.
Gracias por salvarme la vida.
Gracias por hacerme parte de está familia.