Empieza el cambio procrastinado.
Anteriores al suceso no eran lo mismo que hoy. Eran, en esos mares el diablo y el ángel iguales. Iguales mas no idénticos, similares. Ambos con ese hambre de merecerse tanto la vida que su muerte parezca una injusticia arraigada a la mismísima naturaleza humana que nos une y nos diferencia.
Una multitud enardecida gritando al unísono «NADIE SE SALVA».
Yo solo quiero pasar el tiempo, mientras el fin no me encuentre perdido ¿Qué importa?; mientras la ilusión sostenga mi muro ¿Qué importa?; mientras las caricias no me sepan amargas ¿Qué podría importarme?
Cuando las esquelas anuncien mi nombre, tocara renacer.