Lo poco que aquí anoto está fundamentado en la lectura de decenas de papeles científicos. Ahora, si usted cree que la ciencia es una creencia más, semejante al budismo o a la astrología, puede dejar de leer en este punto.
Nosotros (varios y yo) seguimos entendiendo que la razón y el pensamiento mágico, aplicados al conocimiento de las cosas, son diferentes y producen resultados diferentes. En el caso de la creencia mágica los resultados suelen ser nocivos, en el caso del razonamiento metódico los resultados suelen ser al menos iluminadores.
Despejemos ya el primer asunto: si un sujeto es más o menos jainista y cree que es moralmente reprochable criar animales para matarlos y comérselos, y que los bichos tienen alma y van a reencarnar en gurúes de la India o en físicos nucleares, tampoco hay mucho que discutir. Las creencias irracionales son difícilmente rebatibles, y cada uno tiene el derecho de ser tan idiota como quiera mientras no joda al prójimo.
Despejemos luego otro asunto: las dietas vegetarianas (salvo restricciones extremas) tienen algunos beneficios: se controla mejor el peso, la diabetes y ciertos problemas digestivos, se regula mejor la constipación y los posibles cálculos biliares, se reduce un poco la posibilidad de contraer algunos tipos de cáncer como los de colon y ovarios, se reduce el riesgo de generar arterioesclerosis y los problemas cardíacos relacionados con esta. Sin embargo, estos beneficios están exagerados por las modas y podrían obtenerse igualmente con dietas mixtas (de carne y vegetales) suficientemente equilibradas.
Vamos ahora a las desventajas del vegetarianismo, que son muchas más que las ventajas. Fundamentalmente se trata de la reducción de aminoácidos escenciales presentes en las carnes, muy importantes sobre todo durante la infancia y para el desarrollo cerebral.
Luego existe el peligro de la deficiencia de vitamina B12 (con sus consecuencias neurológicas) y de hierro (anemia). Algunos de estos elementos como el hierro se encuentran en vegetales, pero su cantidad es muy baja en relación a la que contiene la carne, y su calidad es inferior.
Ni hablar de las dietas macrobióticas, que suelen dejar a sus cultores débiles y peligrosamente flacos. Está la energía: no hay cosa verde que reemplace con la eficiencia de otros alimentos a los carbohidratos que necesita el cuerpo y al azúcar que necesita el cerebro.
Ahora despejemos un mito: unos jipis me dijeron de chica que la carne tardaba no sé cuánto tiempo en degradarse en el sistema digestivo, que era como cargar en la pansa un muerto pudríendose con todas sus pestilencias. Averigüé luego y no es para tanto: la carne tarda un poco más en digerirse que algunos vegetales, pero no más que un poco y eso no trae malas consecuencias para un aparato digestivo normal.
Hasta ahora hablamos de salud y no de buen gusto. Porque los vegetarianos, salvo excepciones, tienen la costumbre de comer cosas insulsas, mal cocinadas. Parece que parte de su elección implica sufrir, o más bien privarse del placer. Condimentan poco y mal, cocinan poco y descuidadamente, parecen haber olvidado la maravilla de la cultura culinaria. Y eso es una lástima, yo quisiera que todos y todas fueran más sanos, más felices y más cultos.
ps: (Agrego esto después de releerme, y esto ya es un asunto moral, es decir, político) A los vegetarianos, salvo excepción, les importa más esto de sufrir. Parece más importante para ellos que la carne esté prohibida que comer verdura. En un país carnívoro, y en un mundo en el que la culpa cultural del cristianismo ha pasado del alma al cuerpo, la censura vegeta argenta es muy parecida a la del puritanismo.
Belén, hola! leí esto que escribiste y me quedaron un par de cosas dando vueltas en la cabeza
al final escribí un poema que se llama bife, por si te querés pasar
gracias! me alegro que te inspirara. ya lo leo