El revólver

El revólver era para él más un símbolo que un objeto concreto. Una especie de fantasma que lo visitaba cuando la habitación estaba a oscuras. Un susurro. Una idea que le regalaron sin querer, y que le gustaba justamente porque era solo una idea.

Frente al nihilismo cíclico que solía invadirlo el revólver representaba la ilusión de elección. Una ilusión bienvenida, que lo reconfortaba cada vez que miraba ese cajón buscando la oscuridad. Ilusión de tranquilidad fría, de poder sobre otros y de control sobre sí mismo. Ilusión de que la paz estaba siempre a un chasquido de distancia.

En alguna que otra ocasión pensó en matarla a ella. Se imaginó cómo se vería con el pequeño agujero en la frente, en la nuca, en el pecho, en un ojo. Pensó en meterla en el baúl del auto y manejar y manejar hasta que no supiera donde estaba, y enterrarla ahí. Pensó en si podría confiar en su amigo de toda la vida. Se la imaginó cayendo y sangrando y cayendo y sangrando. Nada demasiado espectacular, estaba seguro de que aquella languidez que le había atraído en vida haría que incluso en su muerte cayera con la gracia de una bailarina. Se imaginó el cuerpo frío y las facciones límpidas, cansadas. También pensó en matarla y después matarse él. Los chicos ya eran grandes. Los chicos ya conocían lo que era perder a alguien. Los chicos la iban a extrañar más a ella. 

Una vez se sorprendió imaginándose matando a su hijo mayor. 

Pero hacía mucho que no pensaba en el revólver. Había descubierto otros símbolos fuera de los libros que lo habían mantenido ocupado, otros susurros. Un cuerpo vivo y caliente que lo alentaba a perder el control, y que le daba otro tipo de paz.


Medio beso 

Medio beso color escarlata descansa en el borde de una copa de whisky. Su otra mitad, el labial que sobrevivió al beso, fue arrancado de los labios con un pañuelo descartable, probablemente frente al espejo, y ahora reposa abollado en el cesto de la basura.

A pesar de su tono robusto el beso fue delicado. Apenas un roce piadoso en el cristal. Beso de mejillas animadas y tímido paladar. Beso y sonrisa a la vez. De esos que tirarlos parece un pecado.

[Fragmentos de «La Oficina» (2017)]