Una bandera de tela negra y letras naranjas, blancas y verdes flamea fuertemente debido al viento del que no puede escapar. Colgada de entre dos grandes árboles, a la izquierda tiene el dibujo de un mate que resguarda una flor naranja. La inscripción “Alma Mate de Flores. Grupo de Teatro Comunitario” es la encargada de marcar presencia en una plaza que es de todos. 

La calesita da vueltas y vueltas, y se oyen gritos de niños que se divierten en la zona de juegos. Una malla plástica naranja anuncia que hay arbustos recién plantados. Entre las raíces de los árboles, parejas se entrelazan en besos y abrazos. Los clásicos bancos de madera son el punto de reunión de amigos y cerveza. Los Scouts están en actividad. Para atravesar el caminito de empedrado, hay que esquivar un grupo de chicas que se hace pases con la pelota. La Plaza de los Periodistas resguarda a los vecinos y vecinas mientras las agujas del reloj pasan las 3 y media de la tarde de un sábado. 

“Ahí fue nuestro escenario el año pasado, y ahora nos están cerrando”, señala Alejandro Schaab, director y fundador de Alma Mate, haciendo referencia a los arbustos recién colocados delante de los que me senté. El espacio sería mucho más grande y abierto sin ellos. “Nos quieren sacar, pero nunca nos lo dijeron”, responde cuando le pregunto si tienen conflictos por el uso del espacio público. “Durante 15 años actuamos en el medio de la plaza. Un día la cerraron, y después habían puesto 550.000 plantas de casualidad. Donde vamos actuando, ponen plantas”. 

Tobías nació siendo parte del grupo, literalmente: con 22 años, lleva 18 en Alma Mate. “No recuerdo un sábado libre”, se ríe. Acompañaba a su familia, y hoy en día es asistente de dirección, oficio que aprendió viendo a su papá. “Con Mile, Teo, Caro y Ale nos juntamos dos veces por semana a pensar propuestas para los ensayos, los guiones, ideas nuevas para las obras”, me cuenta. Por otro lado, “con Sabi, Noe, Ale y Auro, gestionamos cosas más grandes, como las reuniones de la comuna o de la Red [Nacional de Teatro Comunitario, en la que están inscriptos]”, detalla. Le pregunto, entonces, si todo el tiempo está haciendo cosas para el grupo, a lo que responde: “Ah sí. Es mi prioridad, es mi trabajo, aunque no hay plata. Ahora estoy trabajando”. 

Entre termos de mate, paquetes de facturas y bicicletas, van llegando más integrantes del grupo. Las edades rondan entre los 13 y los 82, y son casi igual cantidad de varones y mujeres, siendo unos 20 en total. Con una ronda que ocupa todo el lugar bordeado por las plantas, Alejandro organiza un ejercicio de entrada en calor para “trabajar con la mirada”. Pasan al centro de a varios, se dicen “¡yo miro, nos miramos!”, vuelven al círculo. Las expresiones se tornan más y más teatrales, dejando de lado la actitud casi indiferente con la que salieron de sus casas. Las miradas alrededor crecen en curiosidad, pero sin moverse de sus lugares. 

Teo, de bermuda roja, musculosa gris oscuro y pelo atado, propone que armen un “gusanito”, y vayan pasando de a 2. La consigna nueva se basa en decirse el uno al otro diferentes frases del estilo de “¡sí, vos, vos!”, “che, che, pará, ¡pará!”, o “¡así te quería agarrar!”, e ir variando la expresividad de los rostros y el cuerpo. 

Mientras tanto, el director del grupo se acerca a una nena de unos 7 años, que juega con el pasto y mira atenta cómo su mamá conversa con él. Estuvo cerca de sumarse al grupo, y aunque “vive actuando en casa” —como me afirmó luego la mujer—, algo le dio vergüenza. “La próxima se anima”, avisa su mamá. Cuando el hombre se aleja, la escucho a la pequeña decir “quiero venir”. 

Faltando unos minutos para las 5, se separan en 3 grupos para comenzar a ensayar la obra que están preparando. “El 2 de octubre fue el preestreno. Dejamos algunos baches, partes que ahora vamos a desarrollar más, porque teníamos que llegar para esa fecha”, explica Alejandro. Un grupo repasa una escena entre varios personajes; otro, mejora el tono de sus voces con líneas específicas (“Ahhh, ¡vamos a un clásico! ¡Salú!”). El último, al ritmo de un acordeón, canta y baila una canción varias veces.

“Quería buscar una actividad para hacer los sábados, y un amigo, que venía hace más, me lo recomendó”, expresa Francisco, quien con 13 años le da vida al acordeón —aunque “en realidad no es mi instrumento”, me aclara—. Hijo de músicos y estudiante del Esnaola, la música estuvo siempre presente en la vida de “Pancho”, y también lo está en todas las obras de Alma Mate. “Es una propuesta distinta; siento que se trabajan más otras cosas que en una clase de ‘teatro teatro’. La voz, la proyección…”, describe sobre el grupo de teatro comunitario, sin dejar de moverse de su silla.

Pasadas las 6, por orden de Alejandro, los grupos se disuelven. Todos se reúnen en una ronda, para organizar los próximos encuentros y lo que queda por hacer hasta fin de año. Cuando terminan, Caro, una joven rubia de camisa con rayas rojas, guía ejercicios con los que hacer entrar en calor la voz. Inhalan y exhalan, masajean la mandíbula, levantan ciertas partes del cuerpo, vocalizan. Al cabo de unos minutos, “Mafi”, de vestido turquesa y calzas ciclista, toma la posta: se desprende de la ronda y busca su guitarra. “Esta es una canción que surgió durante la pandemia, para la obra que hacemos ahora [el 27 de noviembre y el 11 de diciembre, en la Plaza]”, me acota Alejandro, que observa con cierta distancia, mientras los demás se preparan. Por un momento, pareciera que la calesita deja de girar, que los de la canchita no gritan eufóricamente los goles, y que los amigos tomando cerveza paran de hablar. Entonces, Alma Mate entona:

Acá estamos, llegamos hace 20 años / Plantamos la semilla, esto es comunitario / Fuerte como espina de palo borracho / Vecinos y vecinas haciendo teatro / Nos enrejaron poquito a poco / Entre tanto humo, fuimo’ haciendo foco / No nos faltan coles, versos tampoco / El sueño sigue intacto, ¡no lo entrego ni loca! (…) / Alma Mate volvió y se presenta / Suena en la plaza, la fiesta empieza / Flores va bailando por su vereda inquieta / Arranca este partido, (bimbo) y gambeta / Puñado de alegría entre la tempestad / Si se acaba el mundo, vamos a actuar

– Agradecimientos especiales a Diego Jemio por la corrección y a todo el equipo de Alma Mate por la buena voluntad y predisposición –

(Texto redactado y revisado en noviembre de 2021)