Muchas veces no estoy bien. Otras muchas me siento muy bien, pero no lo estoy.
Pienso, mucho, siempre. ¿Siempre siempre? Sí, siempre. A veces lento, como cuando estamos con poco tiempo y necesitamos abrir el mail en una compu vieja con mala conexión. Otras veces mis pensamientos llegan a mil, bulliciosos, desordenados y gigantes.
Vivo con el corazón en la boca esperando la catástrofe. ¿Cuál? No sé, no importa. El problema es que nadie puede prever todas las cosas malas y buscar la mejor alternativa.
Mis ideas a veces se sienten como cuando te olvidas del pan levando y crece y crece y rebalsa y se desparrama, una masa sólida y elástica que ocupa todo.
¿Cómo dilucidar entre realidad y espejismos?
A veces actividades simples me llevan mucho tiempo porque mis rituales son rigurosos. Es agotador tener que cumplir reglas siempre. Soy el pájaro enjaulado y la jaula al mismo tiempo.
Ocultar que me pasan cosas que parece que a nadie le pasan me hace sentir sola. Contarlas y que intenten arreglarme me frustra. Es probable que viva con esto siempre, a veces mejor y otras peor. No es de caprichosa, dramática o por llamar la atención.
Hago cosas. Acá escribo.