Nuestra grieta de cada día

La expresión denominada «grieta» en nuestro país incluso tiene un artículo de Wikipedia, que en forma resumida se podría decir que es la lucha de fanatismos entre dos sistemas políticos antagónicos, exacerbada por el prejuicio, el odio y la irracionalidad (desde ambos lados).

Hablar del tema haciendo hincapié en éste punto, es redundar en algo en lo que estamos inmersos continuamente; bombardeados diariamente tanto desde los medios de comunicación partidarios, asi como en todas las redes sociales, hasta un punto que, en lo personal, me tiene absolutamente harto.

Mi intención es hablarlo desde un lado más terrenal, «de la calle»; si lo pensamos por un momento, «la grieta» no es obra exclusiva de «la yegua, el gato, el títere, el manco o la borracha». Y no necesito irme muy lejos para encontrar ejemplos, fuera de lo respecto a la política local, una extensión de lo que ocurre a nivel nacional.

En febrero del año pasado, se disputaba uno de los clásicos del fútbol de nuestra ciudad, Villa Mitre – Olimpo. El partido se jugó en la sede del equipo tricolor, sin presencia de público visitante, medida que se había adoptado a nivel nacional para evitar posibles peleas entre hinchadas contrarias.

En redes sociales, varios días antes del encuentro, desde la hinchada aurinegra organizaban una caravana para acompañar a su equipo hasta la misma cancha de «El Fortín». A la vista de todos. Sin embargo, ya sea por desidia o total ineficacia, no hubo ninguna reacción tanto desde las autoridades policiales como políticas de la ciudad, para evitar un quilombo largamente anunciado.

Y lo que podía llegar a pasar, pasó. Destrozos en comercios, corridas, balas perdidas y lo peor, la muerte de una hincha. Todo a 100 metros de una comisaría. Llegamos a tal punto, que una familia ya no puede disfrutar de ciertos espectáculos deportivos; en muchos casos es un riesgo que los padres ya no quieren correr.

Otro ámbito que divide aguas es el económico. Les grafico la foto que que ilustra la portada. En un mismo predio, funcionan dos mercados concentradores de frutas y verduras: la Cooperativa de Horticultores y el Mercado de Abasto, con sus respectivos puesteros. Tanto yo, como todos los que acudimos a realizar nuestras compras y ventas, lo llamamos «Mercado Thompson», por su ubicación en la esquina de ésta calle con la de 1810.

Una diferencia en la plata convenida a pagarse por la tasa del uso de un sector por parte del otro, derivó en una resolución absurda desde el punto de vista comercial. Se derribó una zona de baños y se construyó otro portón de ingreso, pegado al que ya se encontraba. No sólo eso, comenzó a construirse un paredón que dividiría el mercado a la mitad. Los clientes nos encontramos con semejante mamarracho de un día para el otro.

Afortunadamente, el sentido común (sumado a las quejas totalmente lógicas) primó a tiempo, frenando la absurda obra. Tal resolución complicaría aún más la logística de descarga de la mercadería, el movimiento de los carritos y autoelevadores, el libre movimiento de los clientes para realizar sus compras y la pérdida de ventas para ambos mercados. 

Y podría explayarme a todos los ambitos de la vida diaria: luchas teológicas entre las distintas creencias (incluso aquellas de la misma rama religiosa, caso católicos y evangélicos), peleas y discriminación entre inmigrantes de diferentes países por establecerse unos por sobre otros, e incluso desigualdades en la distribución de la ayuda ofrecida a los más carenciados por cuestiones ajenas a la solidaridad.

En resumen, estamos ante un proceso auto destructivo, arraigado profundamente en la sociedad, muchas veces sin darnos cuenta. Lo que antes se debatía, hoy se discute irracionablemente. Los puntos de vista propios, ahora son diferencias irreconciliables. 

La maldita grieta es profundizada y ensanchada día a día por cada uno de nosotros, y si seguimos así, va a llegar un momento que vamos a caernos de jeta todos en ella, y de ahí no salimos más.

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