Por Elizabeth Schaub Farrell
En casa
Mi nombre es Alicia, tengo 21 años y vivo en la ciudad de Bahía Blanca. Actualmente convivo con mi pareja, el hermano menor y su madre. Mi novio se llama Martín, tiene 23 años de edad, trabaja de seguridad privada durante 12 horas. El hermano, Gael, tiene 10 años, un chico muy hiperactvo. Su madre, María, de 46 años de edad, es una persona desocupada que vive con nosotros porque la pandemia la agarró justo cuando vino a visitarnos. Los días pasaban y nosotros no teníamos información suficiente para ver qué pasaba en el mundo. Mientras pasaban los días y nosotros obedecíamos las órdenes que nos daba el gobierno, de quedarnos dentro de nuestras casas, empezamos a investigar por la información de los medios de comunicación. Al informarnos y pasar los días entramos en una paranoia, corría más en peligro nuestra salud mental que la salud física. Unas semanas después de comenzar la pandemia empecé a notar que mi novio llegaba cada vez más preocupado. Una noche al llegar a la casa notaba sus sentimientos de preocupación, pero él actuaba normal, como si nada pasara. En ese momento fue cuando vi que empezó a toser muy fuerte,ahogándose, salivando, diciendo que estaba bien, pero la situación no mejoraba.
Intentamos hacer todo lo que pudimos, pero no se nos ocurrió otra idea que llamar a los vecinos, que viven a pocos metros de nosotros. Cuando voy y golpeo su puerta me atiende una chica, ella se llama Sofía. Le pregunté rápidamente si estaba Raúl, y ella me respondió que sí, que para qué lo buscaba. Raúl desde dentro de su casa escuchó que yo había preguntado por él. Se levantó y me preguntó “Qué pasa Alicia”. Le dije: “tu hermano se siente mal, está tosiendo mucho y se está ahogando”. Él acudió a ayudarlo y la situación comenzó a calmarse. Esa noche nos tocó el miedo a todos, pensamos que llegó ese virus mortal dentro de nuestro hogar.
En el súper (1)
Después de todo lo sucedido, los días encerrados en la casa empezaron a ser normales. Nos acostumbramos a las nuevas medidas. Yo cocinaba con María, Gael jugaba con su tablet y escuchábamos música. Esa tarde hacía falta algunos productos en la casa y decidí salir a comprar. Tomé nota de todos los alimentos y demás productos que necesitaba, así podía justificar mi salida por las medidas preventivas de la cuarentena. En el momento que abrí la puerta, Gael me miró y me preguntó si podía venir con migo, le dije que es difícil salir con alguien más. Al insistir no tuve más remedio que llevarlo. Solo eran unas cuadras, no podía pasar nada. En nuestro barrio no corre mucho la fuerza de seguridad, entonces creí que no habría problemas. Empezó a recordar la noche en la que Martín se sentía mal de salud, y empezó a preguntarme acerca de eso, a asustarse y no dejaba de hablar sobre el tema, poniéndome incómoda porque habíamos llegado y tomado posición en la fila del supermercado. Él es una criatura bastante comunicativa y cualquier duda, pregunta o situación en la que viva, él habla al respecto sobre ello. Yo sentía que la gente nos miraba, porque no paraba de hablar del problema que tuvimos esa noche. El momento se puso tenso, la gente nos mirada de reojo y en ese momento entendí de que no éramos los únicos que estábamos siendo afectados mentalmente. Sintiendo que Gael estaba hablando por demás le dije que más tarde podíamos hablar sobre lo que ocurrió aquella noche. Siempre intentamos con María que se tranquilice, pero es de pensar demasiado las cosas. Es una persona más, como nosotros, quiere tener información, quiere saberlo todo. A veces no podemos detener su curiosidad y nos preocupa. Nosotros siendo adultos nos llenamos de preguntas, qué podríamos esperar de una criatura de diez años.
En el súper (2)
Ha pasado una semana y los productos se escasean en la casa. Estábamos todos preocupados porque los horarios de distintos mayoristas varían entre sí. De todos modos nos decidimos a hacer una lista grande de lo que faltaba dentro de nuestra casa. María es bastante buena en la preparación de la casa. Se encargó de realizar la lista e ir a comprar al supermercado. Cuando volvió me contó que al llegar pudo ver que la sucedía una fila de gente de más de diez personas. A pesar de tener que esperar y de que tenían horarios estrictos para circular por la calle decidió quedarse a hacer la fila del supermercado para abastecer su hogar. Después de una hora de tanta espera logró entrar al supermercado y se encontró con gente de seguridad con barbijos y guantes, alcohol en gel en mano y manteniendo una distancia prudente de un metro y medio. Ella pensó que quizás sea un poco exagerada la situación, como para tomar tantas medidas preventivas, pero siguió, sin cuestionar tanto lo que veía. Realizó su compra,un chango lleno de productos. Nuevamente tenía que hacer una fila para llegar a las cajas que duraba de treinta a cuarenta minutos más. Pensó “Ja, no se termina más la espera”. Vio que en el suelo habían cintas que tenían una medida para tomar distancia con las personas y que las cajas tenían un aislamiento de nailon por delante. Cuando llegó su turno le dijo a la cajera: ¿no les parece que son un poco exageradas estas medidas? Porque detrás de ustedes circula gente”, la cajera respondió revoleando los ojos “sí, es verdad, pero nosotros no tomamos estas medidas. Nosotros también estamos preocupados, nos parece una exageración, pero intentamos hacer nuestra vida lo más normal posible”.
A la noche Martín llegó de su trabajo, se lo veía agotado porque las discusiones con la ente en su trabajo estaban a la orden del día. Me contó los problemas que tuvo con la gente en el supermercado en el que trabaja. Se expresaba de forma negativa casi enfurecido de lo que hacía la gente que no respetaba las medidas preventivas. Por ejemplo una mujer que iba acompañada de su hija y dos amigas, otra persona que estaba con su pareja o gente que circulaba con criaturas o con niños menores de diez años. Las medidas preventivas eran que ingresara una sola persona por grupo familiar a hacer las compras, pero mucha gente, ante ese pedido, cuando quería ingresar reaccionaba de forma negativa, gritando, con berrinches… Como si no supieran qué está pasando en el mundo, como sino les importara nada.
En casa (2)
Un tiempo después sentí la necesidad de salir un momento a visualizar, sentir un poco la brisa, pensar en toda la felicidad que nos estamos perdiendo. En ese momento vi por la ventana a mis vecinos, divirtiéndose como podían, jugando con un globo y su perro. Se veía que hacían todo por mantenerse ocupados de alguna forma, pero yo solo observaba y pensaba que sólo quería volver a ver a mi familia. A veces pensaba que Martín era muy afortunado de tener a su madre en su casa.
Pasaron las horas y volví a salir, miré nuevamente a mis vecinos, divirtiéndose mientras cantaban. Raúl tocaba la guitarra y Sofía le hacía compañía con sus cantos. Quizás necesito eso, desconectarme un poco, pero es muy difícil, todo el tiempo los medios de comunicaciones invadiendo nuestras cabezas con muerte y terror, día tras día.
En la calle
Al día siguiente me levanté, tomé unos mates y escuché música como todos los días, acompañada de María. Sentí que me faltaba algo, y sí, no había tomado mis medicinas. Soy una chica que sufre de una epilepsia que necesita tratamiento especial. Miré, pero ya no me quedaban más. Recordé que en la casa de mi padre había dejado medicinas para el tratamiento. Me pareció una buena oportunidad para despejarme, ir a la casa de mi padre. Después de mucho tiempo podía volver a verlo. Sería la escusa perfecta para poder salir de la cuarentena, aunque sea por un momento. La casa de mi padre queda aproximadamente a dos kilómetros del hogar de Martín. Mientras iba caminando pensaba lo vacía y triste que se veía la ciudad. Y de repente sin estar preparada a dos cuadras de llegar a lo de mi padre, se presenta un móvil policial. No sabía qué hacer, cómo les podía hacer creer que iba a buscar medicinas. Inmediatamente lo vi y me crucé de vereda por los nervios. No pensé en el momento que eso podría traer sospechas. Ellos me detuvieron. Nerviosa balbuceaba, intentaba que me creyeran y como evidencia le mostré mis tabletas vacías. Luego de una charla con la policía,quizás me dejó ir por compasión, porque en el momento que me preguntó dónde estaba mi mamá, le respondí que había fallecido hace cuatro años. Quisiera no volver a tener que hablar sobre eso.
La luna
Es un día nuevo. Otra vez la misma rutina de todos los días, lo mismo de siempre, nada cambia, encerrados en casa,ya parece ser todo muy normal. A la noche, nuestros vecinos con los que prácticamente compartimos todos los días, nos invitaron a compartir unas pizzas y contar anécdotas, de cierto modo querían que nos relajáramos. En un momento leo una publicación en Facebook, de una chica que decía que no podía estar tranquila con los ruidos que provenían del cielo. Entré en curiosidad y les pregunté a todos qué les parecía si salíamos a ver qué es lo que ocurría afuera. Desperté la curiosidad en todos y junto a la familia completa salimos a escuchar, pero no escuchábamos nada. Seguía concentrada en el cielo, hasta que en un momento Martín grita: “Qué es eso que se mueve allá arriba” Miramos detenidamente donde apuntaba y había una luz parecida a una estrella que se movía con un patrón muy raro. Aparecía desde el sur y se movía hacia el norte en zig zag y en determinada parte del cielo desaparecía. Esto ocurrió tres veces mientras estábamos atento a ello. En eso Raúl se da vuelta y pregunta sorprendido: “Qué es eso chicos”. Un escalofrió me invadió. Cuando levanté mi mirada a ver qué estaba mirando Raúl observé que la luna se encontraba rodeada de estas luces que desaparecían en el medio de la nada. Hacían un círculo perfecto y maravilloso, intrigante y a la vez aterrador, porque habían muchas cosas raras que ocurrían esa noche, los perros ladraban alborotados, sin control, golpeando las rejas, aullando y ya no me parecía nada normal. En un momento todo desapareció. La noche continuaba normal, hasta que de repente se levantó un viento furioso que arrancó las chapas de las casas como una tormenta de arena. Rápidamente entré a la casa y sola quedé pensando que todo esto se ponía peor. Ya no sabía si contar todos estos acontecimientos, sólo intentaba decirme que podía ser paranoia mía.
Dibujos de Erick Schaub Farrell