Tenía un gato en los brazos, no sabe quién soy, pero me miró. No sé qué hacer con las fotos, con la caja llena de culpa y cosas que no valen nada que se apila en el ropero.
Sueño con un avión, la sensación de encierro y angustia me llena, no puedo escapar. Nunca me subí a un avión. El árbol de la esquina pareciera que terminó de tirar las hojas, por fin. Sé dónde es una foto por la capilla, por el follaje, por las pasarelas que construyeron para no pisar la arena.
Hoy es día de lavado: cinco bombachas, tres corpiños, tres remeras de manga larga, una camperita, un buzo. Los championes tiran unos días más, pero los intercalo con unos zapatos marrones que encontré en la calle. Me quedan un poco grandes, pero son cómodos para caminar. Estoy juntando monedas para llevar las sábanas al lavadero, porque en el balde no quedan bien. El aroma y el calorcito que sale del local me reconfortan, iría todos los días, me gustaría trabajar ahí cada invierno.