El temporal trágico ocurrido en nuestra ciudad será sin dudas recordado por su nivel de destrucción y las pérdidas lamentables ocasionadas. En materia ambiental, la caída de árboles se cuentan de a miles. La escasa cobertura vegetal de nuestra ciudad, que ya había sido advertida hace tiempo por la comunidad científica¹, se hará aún más notable, sobre todo frente a las temperaturas récord que la ciudad experimenta en verano y que la crisis climática poco hará por disminuir. 

Sin embargo no son todas malas noticias. La realidad es que el temporal también nos abre la posibilidad de repensar la ciudad que queremos y la importancia que le daremos, de ahora en más, a los espacios verdes y al arbolado urbano como forma de mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climático. Para ello sólo necesitamos tres ingredientes; planificación a largo plazo, voluntad política y compromiso ciudadano.

La importancia de la biodiversidad urbana

Frente a la pregunta de cuál es la importancia del arbolado urbano, algunas de las respuestas que la gente suele dar es que nos aportan sombra, oxígeno o reducen la temperatura. Estos son ejemplos de lo que se denominan ‘servicios ecosistémicos’, es decir, bienes y servicios que los ecosistemas nos brindan a los seres humanos y que son el sustento de la mayoría de nuestras actividades. 

En general estos servicios ecosistémicos se dividen en cuatro categorías:

    • Los servicios de abastecimiento (como el suministro de alimentos, agua, fibras, madera y combustibles).

    • Los servicios de regulación (como la regulación de la calidad del aire y la fertilidad de los suelos, el control de las inundaciones y las enfermedades y la polinización de los cultivos).

    • Los servicios de apoyo (aquellos necesarios para la producción de los demás servicios, como puede ser asegurar la diversidad de especies y mantener la diversidad genética).

    • Los servicios culturales (aquellos valores intangibles, difíciles de cuantificar en términos materiales como los valores éticos, estéticos, recreativos, culturales, educativos y científicos).

Sin embargo todos estos beneficios que nos provee la naturaleza sólo es posible obtenerlos conservando la biodiversidad y manteniendo nuestros ecosistemas saludables. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ‘biodiversidad’?¿Y por qué es importante en las ciudades? El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Argentina definía la biodiversidad como²:

“la diversidad de la vida, la variedad de seres vivos que existen en el planeta y las relaciones que se establecen entre sí y con el medio que los rodea. Es el resultado de millones de años de evolución. La especie humana y sus culturas han emergido de la adaptación al medio, su conocimiento y su utilización. Es por ello que la biodiversidad tiene dos dimensiones: la biológica y la cultural. Comprende tanto a la diversidad genética, de especies (animales, plantas, hongos y microorganismos), de poblaciones y de ecosistemas, como a la de múltiples procesos culturales que en diferentes épocas y contextos han caracterizado la relación del ser humano con su entorno natural”

En otras palabras, cuando hablamos de biodiversidad no hablamos sólo de la variedad de seres vivos que habitan un territorio sino de las relaciones que establecen entre ellos y con el medio que los rodea, relaciones que han sido posibles a través de miles de años de evolución. Entre los servicios ecosistémicos mencionados anteriormente hay varios que no serían posibles sin estas relaciones; muchas plantas no podrían producir sus frutos si no existieran insectos que se encarguen de polinizarlas y la fertilidad del suelo no sería posible sin las relaciones entre los pequeños organismos del suelo que descomponen la materia orgánica y los que establecen relaciones con las raíces de las plantas, por poner dos ejemplos. La biodiversidad es también la diversidad genética, que posibilita que una especie pueda adaptarse a las condiciones ambientales de su entorno.

Muchos de los problemas ambientales que enfrentamos en la actualidad parten de una visión antropocéntrica de la naturaleza, es decir, que pone al ser humano por encima de todo y deja a la naturaleza relegada a un papel de proveedora de recursos ignorando, como se mencionó anteriormente, las relaciones que se establecen dentro de los ecosistemas y que permiten mitigar los efectos del cambio climático. Lo interesante de la definición de biodiversidad antes propuesta es que incluye al ser humano, sus procesos culturales y su relación con el entorno natural. Debemos pensar la ciudad como un ecosistema propio que a su vez está inserto en otro ecosistema con el cual debe integrarse armónicamente. En otras palabras, si queremos estar preparados para los fenómenos climáticos adversos debemos comenzar a incorporar más naturaleza dentro de la urbe, sin olvidar nunca las interrelaciones que ocurren entre las diferentes especies.

¿Nativos o exóticos?

Llegados a este punto una pregunta que viene siendo recurrente es ¿conviene plantar especies nativas? Pero antes de responderla conviene hacer la aclaración de qué significa que una especie sea nativa (o no), ya que da lugar a muchas confusiones. Las especies nativas son aquellas que han evolucionado y se han adaptado a las condiciones ambientales de una región a lo largo del tiempo, formando parte integral de sus ecosistemas locales. Por el contrario las especies exóticas son aquellas que han sido introducidas de forma accidental o deliberada en un ecosistema que no es el propio. Por ejemplo, el caldén es un árbol nativo característico de nuestra región, mientras que muchos árboles usados en la ciudad como el fresno, el paraíso o el eucalipto son especies exóticas (provienen de Norteamérica, Asia y Australia respectivamente). 

A menudo se usa también el término ‘nativo’ como sinónimo de ‘nacional’, lo cual es un error. Que una especie sea nativa de Argentina no significa que sea nativa de la región de Bahía Blanca. Por ejemplo el ceibo, nuestra flor nacional, es nativa del noreste y centro-este de nuestro país, llegando hasta el centro de la provincia de Buenos Aires. En Bahía Blanca, sin embargo, es exótica.

Volviendo a la pregunta inicial, a la hora de planificar el arbolado urbano lo importante es hacerlo con criterio. Desde luego nadie pretende que se planten únicamente especies nativas ya que no siempre es viable hacerlo en determinados lugares. Lo importante es, por un lado, aprender de los errores y evitar aquellas especies que no pueden adaptarse a las condiciones climáticas de nuestra región. Por el otro, evitar a rajatabla aquellas especies exóticas con potencial invasor. Una especie exótica invasora es aquella que una vez introducida en el nuevo ambiente tiene la capacidad de establecerse y dispersarse compitiendo por recursos y finalmente desplazando a las especies locales. Estas especies son una de las causas de la pérdida de biodiversidad en el mundo y su erradicación, en la medida de las posibilidades, resulta necesaria.

Sumando a lo anterior, también es importante comenzar a incluir a las especies nativas dentro de la ciudad, no sólo porque están mejor adaptadas a las condiciones del ambiente, sino porque pueden establecer más relaciones con otros seres vivos y, por ende, proveernos de más y mejores servicios ecosistémicos. Las plantas nativas (incluyendo no sólo árboles, sino también arbustos y herbáceas en nuestros canteros) son una gran herramienta para aportar nuestro granito de arena a la biodiversidad local. De lo que se trata, en definitiva, es que el golpe que nos dio el temporal lo convirtamos en una fortaleza y apostemos gradualmente en ser una ciudad más resiliente.

Como comentaba al principio sólo se necesitan tres cosas; planificación a largo plazo para determinar con criterio qué plantar, cuándo, dónde y cómo mantenerlo a lo largo del tiempo, voluntad política para que esta reconstrucción de la infraestructura verde urbana pueda llevarse a cabo y pueda gestionarse a través del tiempo independientemente del signo político que gobierne, y compromiso ciudadano, porque una pérdida de esta magnitud no puede asegurarse sólo con el trabajo del Municipio, necesitamos que como vecinos nos comprometamos, en la medida de nuestras posibilidades, con este objetivo. La planificación, por lo pronto, debería realizarse de forma interdisciplinaria, teniendo en cuenta también a profesionales que puedan aportar una visión ecosistémica, para no sólo disfrutar del arbolado urbano y los espacios verdes por la sombra que nos proveen, sino por muchos otros servicios ecosistémicos que pueden disfrutarse dentro de las ciudades y por las relaciones que se establecen entre ellos y con otros organismos. Ver a los árboles como simples ‘esculturas’ inertes ya lo hicimos y nos costó caro, es momento de verlos como los seres vivos que son y actuar en consecuencia.