Ecología

Etimológicamente, el término «ecología» proviene de las palabras griegas οίκος (oikos) y λόγος (logos). Si bien el prefijo ‘oikos‘ suele traducirse como ‘casa‘, se trata de un concepto que va más allá de lo meramente arquitectónico. En las antiguas polis (πόλις) griegas, el oikos era la unidad básica de organización. Comprendía tanto la estructura física, el edificio, como así también los integrantes que la conformaban, sus bienes, recursos y el manejo que hacían de éstos. Más que la ‘casa‘, el oikos representaba el ‘hogar‘ en su sentido más amplio. Por su parte, la raíz ‘-logía‘ (λογία, ‘estudio de‘) tiene en su conformación una palabra polisémica como es el ‘logos‘ (λόγος), definida como ‘palabra‘, ‘razón‘, ‘pensamiento‘, ‘discurso‘. Entonces, ¿de qué nos sirve hablar de ecología? Si entendemos el oikos, no ya como unidad organizativa de la polis, sino como la unidad básica, necesaria e insustituible para la conformación y el desarrollo de todos los seres que la habitan -en otras palabras, nuestro «hogar»-, la ecología se nos presenta como la «palabra razonada» (el logos) en torno a dicho oikos. Es tanto una ciencia interdisciplinaria derivada de la biología, como un espacio de reflexión para la acción acerca de las relaciones entre los seres vivos y de éstos con su entorno. Es entender que, como seres humanos, somos parte y necesitamos del oikos -los seres que la integran, los ecosistemas que lo posibilitan-. Es una crítica que se torna más urgente y necesaria en la medida en que el fuego del antropocentrismo continúa devorando nuestro «hogar».

Fede Ferrer

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