Unidad Educativa / Unidad Penal# 14: Los peligros del atletismo

Un día planifiqué la proyección de una película en el aula. Luego de la autorización correspondiente, paso por la dirección en busca de la caja que contiene todos los aparatos y voy a mi curso. Al llegar me doy cuenta de que no estaban los parlantes. Como ya había tenido demoras en la entrada y el proceso de conectar todo lleva su tiempo, me estaba entrando la desesperación porque sacaba cuentas y no me daba la hora para pasar la película completa.

En un gesto deportivo que no tiene absolutamente nada que ver conmigo, decido transitar el pasillo que va desde el aula hasta la dirección a la carrera. Una carrera lenta, más bien tímida, extraña a mi cuerpo, pero carrera al fin. No alcancé a dar dos pasos en el pasillo cuando escucho un “¡no, profe, no!” en ese extraño tono que es como gritar susurrando. Frené y me di vuelta para encontrarme con mis alumnos asomando la cabeza con gesto de terror. Me explicaron que estaba prohibido correr en el penal, que ellos debían caminar a paso tranquilo con las manos atrás, como si estuvieran atrapados por esposas imaginarias, y que si corrían, cobraban. “¿No nos cree? Sáquese el guardapolvo y corra por ese pasillo, a ver hasta donde llega”.

Hace un tiempo veo en las noticias que un nene de 12 años fue apresado por un policía de civil por correr en plena calle. El chico estaba yendo a buscar a su amigo. El policía no lo soltaba y le presionaba el pecho con el peso del cuerpo. Hoy en día se le permite a la policía disparar sin dar la voz de alto frente a un “peligro inminente”. Quien determina que se encuentra frente a un peligro inminente es la policía, que tiene entre sus filas oficiales que atrapan a nenes de 12 años por correr y les oprimen el pecho con su cuerpo.

Pienso en esa incomodidad cuando estoy en un local de venta de cualquier cosa y decido salir sin comprar nada, en la estúpida necesidad de no parecer sospechoso, en los infundados nervios al pasar por el sistema de alarmas de la salida con las manos vacías.

¿Solo a mí me pasa?

¿Cuándo comenzaremos a caminar con las esposas imaginarias puestas para evitar sospechas?

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