Su pecho, blanco inerte, 

rojo bermejo deja brotar.

Se expande, no deja olvidar

y en su templo se propaga.

  

Piel de porcelana,

con cada espasmo más te agrietas

¿mi amor alcanza

para calmar tus penas? 

  

Tiemblas, te rompes,

no puedes mirar tu reflejo

pues el rojo bermejo 

no es fácil de ignorar. 

  

Y si no es suficiente con amar

invocaré ánimas mensajeras: 

pájaros, en sus picos semillas,

musas, entre sus manos arcilla,

  

descienden para arreglar el daño. 

Tu cuerpo superficial sanan 

y al dormir tu dolor calman 

con divina melodía: 

  

«Duerme, niña de porcelana.

Duerme tranquila, no temas en vano.

Nosotras, mujeres,

hechas arcilla o semillas,

te damos la mano.

  

Mientras descansas

nuestras lágrimas 

regarán las hendiduras 

que con el cuerpo cubrimos. 

  

De ellas hermosas flores crecerán

inmortales, como nuestro canto,

y con su ayuda recordarás

el grito eterno que te acompaña

No estás sola 

  

porque antes de trascender 

alguna vez fuimos

(en el recuerdo seremos)

niñas de porcelana.»

  

Epílogo 

  

Cruzando la calle

agrietó su pecho, 

y no den por hecho

que se trata de un accidente.