CONTAR OTRA HISTORIA
¿LOS PADRES DIS-CAPACITAMOS A NUESTROS HIJOS EN AMAR?
La palabra discapacidad puede ser definida como esa disminución en una capacidad. Sin embargo es muy común hablar de discapacidad física, intelectual, etc pero la emocional y la específicamente referida al amar no la entendemos como una discapacidad.
La pregunta inicial, me interpela a mi, son las relaciones que he construido y aquellas que han experimentado mis hijos lo que me lleva a pensar en los aciertos o las distorsiones “mamadas”, internacionalizadas, en la vivencia y expresión de amor recibida, las que luego proyectamos.
La primer validación como seres humanos amados, aceptados, se da en nuestra infancia y de alguna manera descubrimos como amamos al relacionarnos con otros, más en las relaciones de convivencia.
La verdad es que no deberíamos traer hijos al mundo hasta conocer, comprender la manera de amar que construimos con las herramientas heredas, y con los modelos que nos tocaron. Sin embargo todos tenemos esa capacidad para indagar, auto-observar, entender, comprender y aceptar que manera de amar elegimos para relacionarnos.
Es muy común ver, y sentir amar de manera dependiente, condescendiente, desvalorizados, indiferentes en la demostración de afectos, violentos, desleales, invasivos, humillantes, quejosos, etc.
Pero si no frenamos, hacemos un hueco en nuestro tiempo desenfrenado y revisamos o nos preguntamos: ¿quien soy en mis relaciones? nuestra manera de relacionarnos caerá siempre en un ciclo de ocupar el tiempo sin mirarse, sin sentirse, y llegando a un estado des-integrado de ser, perder el EJE, es perder la autenticidad de nuestro ser, de nuestro propio valor sin des-formarnos para encajar en algo muy distinto a nuestra esencia.
Ante la pregunta inicial, solo me queda seguir el camino de la auto-indagación, aquella que empece desde mi adolescencia, a través de la palabra escrita, las poesías, y disculparme ante mis propios hijos por no alcanzo ese tiempo de relaciones inmaduras para conocerme, para entender mi si mismo, que no era aún autentico, transparente, leal para amar de forma madura.
Aquello que soñamos, como madres, se descifra en los destinos, elecciones y en los misteriosos caminos de nuestros hijos.
Uno los recibe al mundo, ellos quedan en una etapa como embudos de recibir, canalizar nuestros propios destinos de adultos, a veces, poco elaborados, deconstruidos, desmalezados, limpios.
En realidad podemos teorizar mucho sobre el amor y el amar pero éste solo se cura, se limpia, se transparenta, cuando comprendemos nuestros mecanismos para relacionarnos y ser aceptados, validados, sentidos, cuidados, y amados, primero, por nosotros mismos, aceptándonos en nuestras posibilidades y nuestras limitaciones y con la convicción de un desarrollo humano permanente a la auto realización personal.
Ante la pregunta que inicial de este texto diría que sí, que como padres podemos dis-capacitar a nuestros hijos en el amor y en el amar, si no nos revisamos primero en nuestro ser más intimo de como recibimos y trasmitimos el amor.