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Hace un par de semanas releí una de mis obras favoritas: Los dueños de internet de Natalia Zuazo. Lo leí por necesidad, para fijar conceptos poco claros y porque, como dijo hace poco la autora en su cuenta de Instagram, esta obra es todavía actual. Publicada en 2018 toca temas interesantes como el avance de la inteligencia artificial, los movimientos de las empresas monopólicas que se expanden cada vez en más áreas, la desigualdad frente a los avances de las tecnologías y la importancia del rol de los gobiernos como mediadores entre los intereses corporativos de las crecientes startups, que son dueñas de esta tecnología, y los usuarios: el pueblo, quienes la consumen. 

La obra comienza hablando de los cinco grandes monopolios de la tecnología: Google, Amazon, Microsoft, Facebook (ahora Meta) y Apple. Cuenta algo de sus orígenes para describir cómo realmente crecieron hasta posicionarse en el lugar donde están hoy. Alguna vez Google estuvo a la par de Altavista y Yahoo; Facebook no le hacía ni sombra a MySpace; Amazon y eBay compartían liderazgo. ¿Qué ocurrió en el medio para que el número de jugadores se achicara abruptamente? Zuazo brinda un pantallazo muy necesario para quienes piensan que el verbo googlear existió siempre. Resulta difícil pensarlo, pero no siempre fue así. 

A lo largo de los capítulos nos hace tomar conciencia sobre el poder que se le concedió a los algoritmos. Al punto que ya se utilizan en todo ámbito con sus consecuencias donde se apliquen. Interesarse en cómo funcionan es deber de todos y más de los gobiernos. 

La autora se encarga de desarmar muchos supuestos. Interpela ciertas frases hechas como innovación, conexión, disrupción, brecha digital, entre otras, y pone en evidencia la manipulación que utilizan estas startups y/o holdings para instalarse imponiendo sus reglas y hacer lo que saben hacer para obtener lo más valioso, que son nuestros datos: el oro o el petróleo del siglo XXI. Resulta que no serían nada sin nuestros datos.

Escribo en esta netbook de Conectar Igualdad y recuerdo párrafos esclarecedores donde Zuazo menciona a las originarias computadoras verdes (las OLPC, One Laptot Per Child) creadas por el MIT, con una buena intención aparentemente, que después en su aplicación en diferentes países tuvo resultados distintos. En Uruguay, por ejemplo, habría seguido la esencia de la OLPC y en el caso de la Argentina hubo cierta puja de poder donde finalmente IBM se encargó de proveer su modelo de netbooks clasmate que remplazaría al modelo verde; en tanto que Microsoft se haría presente con su paquete Office y, por otro lado, se optaría por incluir dos sistemas operativos: el de software libre Ubuntu –de Linux– y –el clásico y de pago–  Windows. ¿Hibridismo casual o interés claro por ser parte?

Facebook se convirtió en el gran filtro de las noticias y Google sabe prácticamente lo que pensamos o mejor dicho lo que consumimos a través de su ecosistema de aplicaciones (con YouTube, Chrome, Google Maps, entre otras) y nos da más de lo mismo coartando nuestra libertad. Mientras criticamos la enseñanza actual Microsoft quiere ser la educación del futuro. Queda claro que cada vez más ámbitos de nuestra vida son de interés para estos monopolios.    

Natalia Zuazo usa Facebook e Instagram. No es radical en esto. Sabe que estos son medios eficaces para comunicar, y lo hace muy bien. No es el problema la tecnología sino lo que hay detrás: el modelo de negocio extractivista que acapara no solo nuestra atención sino el poder. Es responsabilidad de nosotros cómo usamos estos recursos. Sabiendo que nada es gratis. Les cedemos nuestros datos cada vez que aceptamos sus términos y condiciones. 

Evasión impositiva, empresas offshore, paraísos fiscales son el patrón común de estas empresas de plataforma que acostumbran a acumular y no devolver parte de sus ganancias generadas como el resto. Algunas se escudan tras las llamadas “economías colaborativas” como Uber o Airbnb o dicen ser sólo «plataformas de tecnología”, otras tras la «filantropía” como Facebook y Microsoft. Estas son estrategias muy usadas para provocar confusión.   

Cada tanto un Galperín, algún CEO de Uber o hasta un Elon Musk es noticia por sus intentos de avanzar más allá, por su acercamiento a algún gobierno o por sus declaraciones polémicas. Lo que queda claro es que los que manejan la tecnología se ocupan de la política, se interesan en ella por sus posibles beneficios. De igual modo la política debería ocuparse de la tecnología regulando, legislando, asumiendo el poder y no dejándose fascinar por las ideas tecnoptimistas o los laureles de ser los primeros en implementarlas.

En el último capítulo, que es el que se hace más corto para mí, Zuazo muestra ejemplos de iniciativas mediadas por tecnologías que sí buscan el bien común. Presenta algunos ejemplos como el de SantaLab, un ejemplo de municipalismo orientado a mejorar el sistema. «No somos aceleradoras de startups” explica Dardo Ceballos, uno de los miembros de SantaLab. Ellos siguen, en cambio, los principios de la Ética Hacker: se comparte el código de lo que se crea.  Ejemplo claro de la política presente no como comprador de productos cerrados sino como generador a partir de necesidades genuinas. Puede notarse la diferencia con otras supuestas innovaciones que solo buscan obtener ganancias que se fugarán después a algún paraíso fiscal.

Natalia Zuazo brinda, a quienes no pueden comprar su libro, la opción de leerlo en digital. No es en un formato muy atractivo pero la obra en sí está. Quienes quieran curiosear aquí pueden entrar: Los dueños de internet.   

Pensaba en la expansión actual (02/2024) de Mercado Libre hacia otros nichos como el streaming con su Mercado Play. Me pregunto ¿qué busca poniendo de manera “gratuita” una plataforma con películas y series? Me pregunto qué busca mientras veo la primera temporada de Outsiders. Creo que es lo que hay que hacer: preguntarse y aprovechar la muestra gratis de manera creativa. Quizá sirva para otra reflexión.