el calendario de casa ya casi termina,
y es curioso cómo, cada año,
me encuentro pidiendo lo mismo
«volver a empezar».
un ciclo que parece eterno,
que se rompe y se reconstruye,
como si la vida no supiera ir en línea recta.
pero este año fue diferente.
no sólo dejé amistades que ya no eran abrigo,
sino que entendí que algunas personas
solo están de paso, y está bien.
hubo promesas que no se cumplieron,
y sueños que quedaron a medias,
como telas que me dio miedo terminar.
hay días que duelen más al recordarlos,
pero mis pasos, torpes y decididos,
me trajeron hasta este punto.
llevo errores como cicatrices,
y en el espejo veo el reflejo de un amor silencioso
que aprendí a darme (aunque tarde)
este año, brindo por mí.
por lo que perdí, por lo que tuve que soltar,
por todo lo que me dolió dejar atrás.
brindo por las noches en que lloré en voz baja,
por las veces que me dije «no puedo»
y, aun así, lo hice.
brindo por esas pequeñas victorias
que nadie más que yo notó.
sensible al mundo