Entre todo ese océano profundo
ese océano imposible de conocer en su totalidad,
se encontraba perdido
de tal manera como el barco Flor del Mar.

Se hundió en su propio ocaso,
en aquella anacrónica habitación,
violácea y oscura.

Luego de vagar sin cesar,
se encontró con él,
esperándolo pacientemente.

Contemplaron en dualidad todo el recorrido que transitó,
camino irregular, 
doloroso,
entrañable.

Y juntos se dispusieron a saltar nuevamente,
al abismo,
a la pérdida y al encuentro,
al nuevo conocimiento.