Fantasmas

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Ser ciudadano de un país tiene una de las ventajas más grandes de este mundo: la no necesidad de pedir permiso. Uno entra y sale de ese lugar qué es cómo una casa más grande que su casa, ese lugar del que siempre fue parte, y no pregunta ni da explicaciones si no se las piden. Sale con la cabeza y el corazón enriquecidos y entra como puede, con lo que tiene, porque sabe que lo están esperando. Vos, al igual que con tu país, con tu casa y la de los tuyos, entraste de nuevo en mí. Te metiste en mis sueños sin preguntar y volviste con las manos llenas de excusas que conseguiste en un freeshop mientras esperabas abordar. Y yo, que también fui lugar, al igual que la gente de todas tus otras casas me senté a escucharte y sonreírte, mientras veía la fila de fantasmas que detrás tuyo se agolpaban en la escalera, y pensaba si este departamento alcanzaba para alojarlos a todos.

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