Que no contemple mucho el abismo porque podía perderme en él, dijo una amiga. Anda a saber de qué peli la sacó.Y el loco con el que hablé me tiró una frase boba de Borges.

Pero en el abismo me encuentro, es familiar. Nos hemos observado mutuamente durante períodos muy largos, me ve con curiosidad, también me desafía. Hemos proyectado mil veces la fantasía de unir nuestros centros, el agujero negro que aparentemente ambos llevamos, para luego pretendernos desconocidos.

Después de tanto tiempo sé muy bien una cosa: El abismo me tiene miedo. Lo he cuestionado mucho y cuando me mira sólo puede encontrar suficiente oscuridad como para no distinguir lo que cargo. Camino hacia él y tiembla, teme caer dentro mío. No quiere conocer de qué materia estoy formada, ni la razón por la cuál me siento cómoda en su limbo.

Lo más duro que uno puede encontrar en el abismo es el vacío, la depresión, el suicidio filosófico, la muerte. Lo más leve que puede hallar él en mi, es la vida que me otorgó esto que llevo.

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