Ostento las cicatrices de mi tristeza,

Ostento el trofeo de mi dolor.

Muestro la vulnerabilidad de mi alma

Ante la perfídia de un comienzo sin final.

Hablé lo suficiente,

Con mis reflejos y mis sombras

Sobre qué hacer 

Con esa alma encadenada 

Que nada en recuerdos olvidados.

Algunas espinas me recuerdan 

Con su veneno,

Singular e impiadoso:

¿No habrán sufrido suficiente los condenados que quisieron quererme?

Creo que ya no me miran

Los ojos de lo divino 

Por mucho tiempo me observó 

En busca de mi redención.

A veces me pregunto:

Si hay un Dios,

 ¿rezará por mí?