Una vez mi jardín fue mi refugio 

Mi rincón de sosiego en un mundo criminal

Aquí cerraba mis ojos para apagar mi sufrir

Y el dulce olor del hogar

Me abrazaba el alma

Haciéndome sentir

Que la vida era una historia variopinta

de amores y pesares

La esperanza crecía en mis esquinas.

Pero la toxina de un dolor inconmensurable

Envenenó cada recoveco de mi sentir.

He regado mi jardín 

Con lágrimas amargas.

Han nacido en esta tierra agónica 

Flores que sangran y lloran,

Enredaderas heridas con espinas ponzoñosas

Y árboles tristes que anhelan abrazos.

Las carcasas de los colibríes

Cubren el suelo

Sus almas siguen aleteando,

Vuelan en un idioma ignoto 

Para aquellos que no saben del dolor.

Las lombrices buscan un lugar seguro

Intentan resguardarse 

Del vendaval funesto

De mi llanto perpetuo.

Mi jardín no está muerto

Viven en él las figuras 

De mi angustia inherente.

El sonido de la brisa en las hojas

Fue substituído 

Por estertores que ruegan amor.

Una vez mi jardín fue mi refugio 

Hoy es el habitáculo de mis penas 

Donde vivo arrancando las malezas de mi pesar

Sin éxito alguno.