Empecemos esta publicación con una buena noticia: en la última semana en Bahía hubo sólo 5 infectados, amesetando la curva de contagios de forma contundente. 31 casos en total, menos de uno por día.

En la ciudad nos tomó dos semanas duplicar el número de casos, un tiempo que dista mucho de las estadísticas exponenciales que muestra el covid-19 en otras partes del país y del mundo

Cuatro de los cinco casos se incluyen dentro del HAMgate, probablemente los últimos surgidos del Hospital de la Asociación Médica ya que ha sido desafectado momentáneamente a raíz de los contagios. El quinto es un venido de Brasil, que ya estaba cuarentenado desde antes del diagnóstico.

Todo parece indicar, como venimos sosteniendo desde esta columna, que no hay circulación comunitaria en la ciudad. El origen de todos los casos está correctamente precisado y los pacientes, aislados y bajo seguimiento epidemiológico.

¿Quiere decir esto que Bahía Blanca puede levantar la cuarentena en los próximos días? Estamos muy lejos del sí pero, antes de explayarnos, veamos la situación nacional.

Cuarentena administrada y eterna

En un momento se puso de moda la expresión “cuarentena flexibilizada”, incluso llego a ser utilizada por miembros del gobierno y de la oposición. Finalmente, quizás porque recordaba a la flexibilización laboral, Alberto Fernández habló de cuarentena administrada y le puso fin a la discusión lingüística. Ese día se ganó una batalla cultural en la estrategia que se va a usar para enfrentar esta pandemia. Flexibilizar quiere decir, desregular, todo lo contrario a administrar, que es lo que se necesita hoy. La mentirosa pelea entre salud y economía en el plano literario.

Se puede especular que, en esta cuarentena administrada que se nos viene a partir del 26 de abril, el Estado va a clasificar el país en zonas de riesgo. El gobierno va a dividir la Argentina en sectores o regiones, no necesariamente fieles a los límites geográfico-políticos, y los va a evaluar según niveles de infección. Los que vean películas de huracanes o catástrofes habrán escuchado hablar de alertas de distintos niveles, que van subiendo de acuerdo al peligro. Más terrenal, es el cartel que suele haber en las guardias de los hospitales:

Versión tucumana de un clásico nacional

Quizás Alberto no hable de “niveles”, pero se irán sentando precendentes y protocolos que decanten en un accionar federal y unificado, salpicado obviamente por las características autóctonas de cada lugar. En cada uno de estos niveles, explícitos o no, regirán medidas restrictivas con mayor o menor grado de excepciones, que se irán moldeando al calor de los acontecimientos. Las decisiones se tomarán desde la Nación, desde cada provincia y hasta de cada municipio, después de haber escuchado a expertos, personal de campo y observar los ejemplos que nos llegan desde el mundo.

Tenemos aún un par de provincias enteras (Formosa y Catamarca), así como pueblos o pequeñas localidades en las que el coronavirus brilla por su ausencia. Este podría ser el Nivel 1.  Otros territorios, tuvieron casos al principio, con los argentinos que venían del exterior, pero rápidamente fueron aislados y hasta curados. Serían el Nivel 2. En estos lugares del país, se irán levantando actividades económicas y sociales de a poco, y servirán de faro o conejillo de indias para los que vivimos en localidades con mayor grado de contagio.

Vamos a pensar en qué nivel estaría Bahía Blanca. No estaría en el quinto o último nivel. No hay tantos casos ni circulación comunitaria comprobada del covid-19. No tenemos, y esperemos seguir así, ningún muerto. Además, estamos a cientos de kilómetros del brote exponencial más cercano. Desde lo político, el vínculo Nación-Provincia-Municipio parece ser sincero y coordinado, pese a que pertenecen a espacios políticos diferentes. En estos tiempos de pandemia, la búsqueda y conquista de consensos deja muy bien parados a los oficialismos. Y eso siempre acelera las cosas.

¿Nos correspondería el nivel 3 ó el 4? Eso dependerá de las prioridades que determine el Estado en los próximos días. Los más de 300.000 habitantes seguramente serán un punto negativo para la ciudad. Obligan a tener paciencia para evitar tragedias históricas. Tampoco suma el HAMgate, que produjo 19 de los 31 contagios. En una nota anterior se explicó porque los casos del Hospital de la Asociación Médica no serían tan graves como pareciera, pero no deja de ser una manchita en el níveo delantal.

Llegó la hora de contar a los recuperados.

Lo más parecido a levantar la cuarentena que vamos a ver en este 2020, lo vamos a vivir si llegamos al nivel uno de este ranking de infecciosidad y todavía nos falta mucho camino. Tuvimos 31 casos, de los cuales 25 permanecen activos tras 6 recuperados. Los levantamientos importantes a las restricciones no van a llegar hasta que todos los contagiados hayan tenido su resolución, como recuperados o fallecidos. De más está decir, no tener muertos sería ideal, tanto por el valor de cada vida humana, como también a la hora de salir de la pandemia. Es verosímil pensar en un Héctor Gay encontrándose con Kicillof o Alberto, sacando chapa de que en Bahía nadie murió por coronavirus, al momento de coordinar la administración de la cuarentena.

Imaginemos que pasó un tiempo. Dos, tres, cuatro períodos de 14 días sin casos nuevos. Los accesos por rutas terrestres de la ciudad no son tantos como para considerarlos incontrolables. La terminal de ómnibus y el aeropuerto seguirían cerrados para las actividades privadas sin aprobación del Estado. Y en el puerto pueden instalarse los protocolos necesarios para que el coronavirus no baje de los barcos. ¿Sería impensable cuarentenear a toda Bahía Blanca junta, creando una zona libre de covid-19?

Por supuesto que no sería como volver a los tiempos sin coronavirus. Habría que seguir respetando las distancias máximas, las colas en la vereda, los barbijos. Los negocios gastronómicos y de entretenimiento podrían abrir, respetando exigentes condiciones de espacio y higiene. Lo mismo que algunas actividades en clubes o asociaciones, o reuniones privadas con un máximo de participantes. Volvería la construcción privada y las changas de todo tipo, así como la actividad de profesionales o centros de entrenamiento y belleza. Las visitas a los amigos, los asados en familia, el sexo ocasional.

¿Se puede arriesgar un tiempo estimado para llegar a este momento que hoy parecería un sueño? Por supuesto que no, pero no menos de tres meses. Siempre y cuando, claro, se cumplan las siguientes condiciones:

1-no haya contagiados nuevos en la ciudad y que los actuales se hayan curado.

2-que las experiencias administrando las cuarentenas en localidades más pequeñas sean un éxito y no produzcan brotes incontrolables de covid-19

3-que tengamos la capacidad de realizar testeos masivos.

Los testeos masivos a la hora de tomar decisiones

Testear siempre sirve. No sólo porque da una aproximación más precisa de la expansión del virus, sino porque permite aislar a los casos positivos

Sin embargo, a la hora de tomar decisiones, no suelen servir de mucho en contextos de cuarentena estricta porque, igual, más medidas no se van a poder tomar. A lo sumo se pueden endurecer los controles a los ciudadanos o reprohibir actividades hoy exceptuadas por decreto. No mucho más.

En cambio, en una situación de cuarentena más relajada, los testeos se volverían fundamentales para evitar que los asintomáticos hagan estragos en cuestión de semanas. En tiempos difíciles para la economía estatal, se podría pensar en una financiación público-privada del costoso sistema de chequeos a mansalva. Después de todo, los principales beneficiarios de la cuarentena administrada serían los negocios, las empresas y los cuentapropistas.

¿Qué pasaría si se desregula la cuarentena antes de tiempo?

Sería agregarle peligro al asunto. Mucho peligro. Al levantar restricciones se suma gente al tránsito diario de la ciudad, aumentando los riesgos de contagio en forma directa, pero también complejizando los sistemas de control epidemiológico. Un caso asintomático sin detectar llevando una vida casi normal. Un empleado o monotributista, apremiado por su economía o la de su familia, que opta por esconder su enfermedad. Un repatriado que no respete la cuarentena y su presencia en las calles se diluya entre la multitud.

Que haya un brote, por pequeño que sea, es volver a empezar, como Sísifo con su piedra. Habría que volver a esperar que todos los casos se hayan resuelto y contar los períodos de 14 días que vayan pasando. Y por supuesto vendrían las noticias con los contagiados diarios y, eventualmente, las primeras muertes.

Un estudio local del Conicet, destinado a las autoridades de los tres poderes, advierte sobre los posibles casos de contagio en distintos escenarios. De relajarse la cuarentena sustancialmente, los casos para mediados de junio rondarían los 1.400 bahienses contagiados. Un escenario que hay que evitar a toda costa porque, si eso pasa, olvídense de abrazar a sus viejos hasta el 2021.