(Sólo por si un marciano está leyendo esto: democracia significa gobierno popular en griego. Dḗmos, que significa algo como así como pueblo y kratía, que alude al poder, a la fuerza dominante)
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Con todos sus defectos, el período actual iniciado en Argentina hace 38 años bajo el mando de Raúl Alfonsín, es el más representativo y popular, quizás el único, de la historia argentina y por eso , dando a entender que algo de lo ocurrido antes del 83 se asemejaba a un gobierno del pueblo. Al menos debería generarnos un ruido historicista lo de hablar de “vuelta”, cuando todas estas experiencias excluyeron a casi la mitad de la población o fueron interrumpidas militarmente antes de la finalización del mandato popular.
Y no es la intención de este artículo, deslucir los avances de la ley Sáenz Peña o el voto femenino pero las elecciones previas al 83 siempre estuvieron teñidas por fraudes patrióticos, golpes de estado o su amenaza, actos terroristas sobre militantes políticos o exilios o proscripciones por sexo o ideología. Vaya un repaso histórico de los orígenes de nuestra democracia.
Un antes y un después de la ley Sáenz Peña (1912)
A diferencia de lo que muchos pueden creer, la ley 8871 más conocida como ley Sáenz Peña, no fue dictada por un gobierno radical, aunque sí permitió el ascenso de Hipólito Yrigoyen al poder. Tras la muerte de Julio Argentino Roca, el hegemónico Partido Autonomista Nacional (PAN) se parte en dos líneas. Una súper conservadora que se considera “roquista” y busca mantener el atornillable sistema electoral de la época. Y otra que, bajo el mando de Roque Sáenz Peña en 1910, termina imponiéndose con un discurso más inclusivo, que promovía la reforma que vendría un año y medio más tarde.
Los cambios que determinaban una de las leyes más famosas de la historia argentina son la obligatoriedad y la confidencialidad del voto de todos los varones argentinos de más de 18 años. Hay matices entre los historiadores respecto a la no inclusión de las mujeres, pero la opción más extendida es que no les dio la cultura de la época para aplicarlo. En 1912, por poner dos ejemplos, Alicia Moreau apenas empezaba su militancia feminista y Eva Perón ni siquiera había nacido.
Lo curioso fue que, en las primeras elecciones presidenciales con la ley vigente, se demostró el carácter pírrico de la victoria del bando autonomista de Sáenz Peña. En 1916 ganaría alguien que no pertenecía al PAN en mucho tiempo. El radicalismo, la misma UCR que conocemos hoy (al menos en el nombre), y no se iría del poder, sufragio tras sufragio, hasta el golpe de estado del 30.
El Partido Autonomista Nacional, poco a poco, iría desapareciendo de la escena nacional hasta su completa extinción en 1931 (más allá de los ridículos intentos de apropiárselo, como el de José Antonio Romero Feris en 2019 y su cosecha de 0,13% de los votos o el de José Luís Espert en 2021 con 7,5%).
Después del golpe a Yrigoyen se sucedería la década infame, que, técnicamente, duró más de diez años, en las que se sucedieron gobiernos de factos con elecciones fraudulentas. Recién en 1946, vuelve al poder un gobierno legitimado en las urnas: el primer gobierno de Juan Domingo Perón.
El arduo camino desde el voto femenino a la verdadera democracia
Hasta acá uno podría decir que hubo algunas elecciones democráticas, si obviáramos la proscripción que regía por sobre el 50% de la población, simplemente por su sexo. Por esto motivo, y subidos a las luchas feministas que ya llevaban varias décadas, se legaliza en 1947 el voto femenino con fuerte injerencia pública de Eva Perón.
En 1951 se celebrarían entonces las que podrían haber sido las primeras elecciones presidenciales totalmente democráticas de la historia nacional. Sin embargo, para que haya democracia se tiene que cumplir el pedido completo del pueblo soberano y en 1955, el primer peronismo terminaba antes de tiempo y de la peor manera: con derrocadores fusilando y bombardeando a otros argentinos por motivos políticos.
Todas las elecciones que continuarían durante dos décadas mantendrían la democrática inclusión de las mujeres pero inventaban un nuevo engendro que destrozaba el carácter representativo por completo. Se imponía la proscripción de partidos políticos. En esencia de Perón, que viviría en el exilio todo ese tiempo, y del peronismo que conviviría trágicamente con la clandestinidad.
Luego de unas manganetas electorales vía Cámpora para que la dictadura iniciada por Ongania no sea quien indulte directamente a Perón, se realizan en 1973 nuevas elecciones que podrían haber sido democráticas pero al igual que en el 55, una junta militar encabezada por Jorge Videla interrumpiría a sangre y picana la voluntad popular y no la devolverían hasta 1983, tras la espeluznante experiencia malvinista.
Desde entonces y pese a todo tipo de dificultades, Argentina ha logrado mantener una democracia real, ordenada, amplia, representativa y constitucional.
2021: las elecciones más intrascendentes de la democracia
Alguno podrá pensar que la intrascendencia no es algo deseable y la mayoría de las veces es así, pero cuando se trata de algo tan frágil como la democracia siempre es mejor mirarle el lado bueno: si algunas elecciones ya pueden ser intrascendentes es porque nuestra historia como votantes ha atravesado las suficientes experiencias para que esto ocurra. La democracia es algo a lo que ya estamos acostumbrados.
Si no fuera por el condimento de la pandemia y por los potenciales movimientos que podrían generar estas elecciones en el principal partido de la oposición
Si no fuera por el condimento de la pandemia y por los potenciales movimientos que podrían generar estas elecciones en el principal partido de la oposición y anterior coalición gobernante, estos van a a ser los sufragios que menos modificarán el mapa político desde el comienzo de la Democracia en 1983.
Quizás los 20 años del 2001 traigan un poco de emotividad (¡Esas sí que eran elecciones legislativas determinantes!) pero poco más si la emotividad se mantiene lejos del real bolsillo.
El gobierno puede darse el lujo hasta de perder legisladores y no peligrará su gobernabilidad. De igual forma, una victoria aplastante tampoco garantizará la felicidad total del pueblo peronista. Tampoco estamos a un número X de diputados de ser Argenzuela, ni a las puertas de un nuevo fascismo populista. Estas amenazas irreales, que se viertes todos los días por los medios, son otra prueba de lo poco trascendentes que serán estas elecciones para la vida política: lo que siga de acá hasta 2023 seguirá dependiendo más del Poder Ejecutivo y de esa variable impredescible llamaba Covid, que del resultado de estos comicios.
O por lo menos eso podemos imaginar. Después de todo, la Argentina siempre supera a la ficción.