«Saber dos idiomas significa vivir en dos mundos emocionales» (1997, Wierzbicka)
Zero Kill no es cualquier proyecto musical: es un espacio de experimentación continúa. La banda, liderada por Benito Cerati, todo el tiempo nos está desafiando para que lo cataloguemos en un casillero y juega constantemente con el oyente al esquivar lo que ese espera. Esto es, precisamente, lo que sucede en el álbum Unisex, lanzado en 2018. Dos años después, me propongo analizar un poco este disco y exponer las razones de su unicidad.
Unisex es el tercer disco de esta banda, luego de Trip Tour (2013) y Alien Head (2016), y cuenta con 11 canciones que varían en todo sentido. En cambio, no son temas aislados entre sí. Hay un hilo conductor, una pregunta, que nos interpela persistentemente: “¿quiénes somos?”. La identidad es lo que nos distingue de otros: somos esto y no lo demás. Sin embargo, si estamos en constante movimiento, ¿realmente podemos definirnos precisamente? Esto es lo que constituye, principalmente, la base del album. Y esta duda no puede estar presentada solitariamente, sino que es acompañada por distintos lenguajes que se combinan en una especie de sincretismo y reflejan lo imposible de limitar.
Lo inesperado tiene que ver con esa imposibilidad de definirnos. Las melodías hacen un vaivén entre la suavidad y lo furioso, pero siempre sumergiéndonos en un periodo de dubitación, como si camináramos sin saber si vamos a recibir una caricia o un empujón. El sonido coincide con esa fusión de emociones que se presentan: deseo, miedo, ternura, rechazo, adoración. A veces, la voz de Benito parece alejada – como si nos hablara desde el más allá en susurros – y de repente irrumpe en escena, se convierte en una presencia terrenal, que está ahí para hablarnos claramente.
No es extraño que nos encontremos varias veces en esa multiplicidad de sonidos. La diversidad de formas del lenguaje es lo que caracteriza este álbum. En el plano musical, podemos percibir un montón de instrumentos sonando al mismo tiempo y que luego, en un instante, sin que lo esperemos, desaparecen y se concentra toda la canción en unas pocas melodías que siguen resistiendo en el aire. En el plano linguístico, nos encontramos este viaje entre las fronteras del idioma, donde algunas letras son en inglés (Could’ve been, I am still a man, We can’t get along, Sebastian, Waving Goodbye) y otras en español (Cuidado con la cabeza, Narciso, Jesús, Creí que hablabas en serio, Siglos y Attention Whore). Al mismo tiempo, también hay entrecruzamientos entre distintas variedades: así sucede con el tema Jesús, donde se utiliza un lenguaje con referencias bíblicas, cercano a la celestial, y se lo combina con la coloquialidad de “bajón”.
Esto es muy interesante. Así como cité al principio, según Wierzbicka «saber dos idiomas significa vivir en dos mundos emocionales”. Esta pluralidad de lenguajes que distingue al álbum se refleja en las distintas formas de sentir, en las distintas formas de ser y vivenciar lo que nos rodea. Nuevamente, en este conjunto de emociones e idiomas tan variables entre sí, está la pregunta sobre el ser que conecta todas las canciones. Se representa una convivencia de subjetividades infinitas que están en constante movimiento y que no se pueden definir exactamente. Y plantear eso, musicalmente, me parece fantástico.