*Nota publicada por primera vez el 26 de enero de 2018 en el colectivo de medios Oveja Negra (1)
“Yo creo que una asociación entre el Mercosur y la Unión Europea es natural porque en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”.
Esta fue la frase que arrojó el presidente en el Foro Económico de Davos y que tanto revuelo está causando por la inexactitud de todas sus palabras, vayamos por parte.
En primer lugar, y para que no pase de largo, esta desastrosa declaración viene a intentar justificar un acuerdo económico que a simple vistas es desesperado. Tener que apelar a una supuesta “descendencia” habla del poco fundamento geopolítico que encuentra el presidente para cumplir con las exigencias de inversores, locales y foráneos, que lo apresuran para que Argentina destruya por completo su industria nacional, así como también intento integrar al país al TTP (Tratado Transpacífico) del cuál sabemos el presidente de los Estados Unidos bajo el pulgar, lo que derogó los sueños de libre mercado de Mauricio Macri.
Es decir, es más que llamativo la poca sutileza con la que ya no se oculta un modelo de colonización en todas sus facetas, ¿por qué? porque no solo está ofreciendo a Argentina como proveedora de “bananas y vinos” sino que además, la justificación política para un modelo de extracción y sometimiento no es más que un racismo institucionalizado. Debemos “unirnos” a los europeos porque somos sus “descendientes”, así de llano se manifiesta el pensamiento del presidente, pero no lo es.
No lo es porque, en segundo lugar, la matriz cultural que atraviesa dichas elocuencias es relevante. Se podría empezar remarcando el uso de la palabra “natural” que atrasa siglos a discusiones donde se creía en el derecho natural de las personas, y no en procesos de lucha de poder, construcciones sociales, económicas, históricas, etc.
Nada tuvo de natural la invasión y posterior colonización llevada adelante por los Imperios de Castilla y Portugal a nuestras tierras, habitadas por diversidad de civilizaciones desde el sur hasta el norte, ni la negación de las identidades culturales, no solo de los originarios, sino también de los esclavos africanos, igualmente víctimas de la invasión imperial. Porque además de invasiones colonizadoras eran profundamente esclavistas. Reconocer este último aspecto es clave: «la esclavitud, promovida y organizada por los europeos en el hemisferio occidental entre los siglos XVI y el XIX, no fue un hecho accidental en la historia económica moderna. (…) fue, antes bien, una pieza crucial en los primeros momentos de la formación del capitalismo mundial y del arranque de la acumulación en Gran Bretaña. (…) la naciente clase capitalista “comenzaba a calcular la prosperidad en términos de libras esterlinas y […] se iba acostumbrando a la idea de sacrificar la vida humana a la deidad de la producción ampliada”» (2).
Además de ser un genocidio, un etnocidio, un saqueo, también fue (y así debemos comprenderlo) parte indispensable para la producción capitalista en la que se paran la mayoría de los europeos hoy en Davos; el robo de nuestras tierras y recursos, más la mano de obra del esclavo fueron los componentes que, en primer lugar enriqueció al sur de Europa (hoy subsumido en una crisis del mismo capitalismo, como por ejemplo España y Grecia) y luego expandiéndose hacia el norte, pasando por Amsterdam hasta llegar a la Inglaterra industrial.
En tercer lugar, la negación de una colonización a costa de la sangre de Pueblos enteros también niega como consecuencia las luchas por la independencia de dicho yugo imperial. Esto también habla del componente fuertemente cultural que enuncia el presidente: borrar de nuestra comprensión sociohistorica la existencia de las revoluciones, la primera en Haití y hecha por esclavos, exigiendo la libertad. Es indispensable para llevar adelante un modelo económico de ajuste, invisibilizar ese proceso de organización del Pueblo, porque dichas luchas no fueron llevadas por una clase o sector, fueron acontecidas por bloques que en esos momentos, a pesar de sus diferencias notables, supieron constituirse en unidad para echar a los Virreyes de estas tierras. Dirá Dussel: «El bloque de los grupos que realizaron la emancipación latinoamericana en torno a 1810 contra España, fue liderada por criollos blancos, en unidad estratégica y hegemónica con algunos españoles empobrecidos, los mestizos, los indígenas, los esclavos y otros, bajo el proyecto hegemónico de la «libertad» (cada uno le daba un matiz particular a este valor: el esclavo como liberación de la esclavitud, el indígena como recuperación de su tierra y derechos comunitarios, los mestizos como plena participación social, los criollos como separación de la dependencia colonial de España)» (3)
Es decir, no solo es una negación de la identidad de dichos Pueblos en determinada época histórica. Ni tampoco es el racismo como fundamento de un capitalismo neoliberal, sino que es el conjunto de todo ello. Es la reformulación de una premisa colonial que pretende hacernos olvidar nuestra historia nuevamente, por tantos siglos dormida.
El presidente podrá decir cuántas barbaridades se le ocurran con sus amigos en Davos, mientras los Pueblos seguiremos escribiendo nuestra propia historia, en la que seguramente no tendrá ni una línea dedicada a su nefasto paso por la presidencia de la Nación.
(2) Williams, Eric E. Capitalismo y esclavitud.
(3) Dussel Enrique (2006) 20 Tesis de política.