Pienso en las cárceles de Guatemala, en cómo anuncian la muerte en esas cárceles, mientras ando por la calle, y es de noche. Imagino que todos los presos se detienen de repente y pasan dos tipos golpeando como unos gong y gritando algo. Así todos saben que alguien se va a morir, y nadie puede hacer nada. Voy caminando por una avenida que parece Corrientes, pero no es Corrientes. Pienso qué haría un yanki en una cárcel de Guatemala mientras paso una iglesia como en remodelación, parece una catedral, es muy linda, como esa parroquia de La Plata y Directorio. Me paro en la esquina de Medrano y Corrientes, del lado de la pizzería, y a mi izquierda hay un pibe que pasea a su perro. Veo que habla con otros que están un poco más allá y tienen pinta de transas, son tres. Uno de esos tres me dice que quieren hacer lo mismo que yo. Le pregunto qué cosa y me dicen que vender merca. Le digo “no hago eso, pa” y me voy caminando apurado, casi trotando. Miro para atrás, ya llevo como media cuadra y parece que no me han seguido. De repente se me ocurre que podrían estar dando la vuelta a la manzana porque andaban en moto. El pibe del perro me dice que me escape rápido. Empiezo a correr y, cuando llego a la esquina, doblo a la derecha, en sentido contrario del tránsito. Espero que no me sigan porque no tengo merca.