Tres meses después, se volvían a encontrar ahora en el fin del mundo. Entró en la iglesia amarilla a las 16 en punto, tal como habían acordado, y vio a Oporto sentado en uno de los bancos del fondo. No había nadie más aparte de ellos dos. El día estaba nublado, pero entraba algo de luz por los ventanales del lado derecho.

—Porque el gran día de su ira ha llegado…

—Y ansiarán morir, y la muerte huirá de ellos — respondió Oporto.

—¿Como estuviste?

—Bien, la humedad y el frío de este pueblo me ayudan a respirar mejor ¿Y tú, has podido conseguirlo?

—Estuve ordenando los recursos y ya tengo dispuestos los agentes del operativo, pero el golpe final lo voy a dar yo. No confío en nadie. Cuando me pases el trabajo de inteligencia estoy listo para empezar la siguiente etapa del proyecto. Decime, por favor, que ya lo tienen localizado.

—Has hecho bien tu parte, nosotros también hemos trabajado sin descanso para encontrarlo. El enemigo es inteligente, saben lo que hacen… Pero nosotros tenemos Su ayuda… Esta información que te paso es totalmente fidedigna, el plazo que vas a tener para localizar al objetivo y dar el golpe es de solo seis días. Después podría volver a desaparecer. Está en el sótano de un edificio en San Francisco, en Bush Street al 350.

—Ok, mañana mismo voy a estar en la ubicación.

—Ahora préstame mucha atención, una vez que llegues debes recordar esto, solo Su mano puede abrir los sellos —le pasó un artefacto similar a un pendrive, pero con una ficha extraña—. Sabrás usarlo como corresponda.

—Bueno. No voy a dejar pasar esta oportunidad. Estamos a solo unos pasos de conseguir lo que buscamos.

—Cuídate.

—Chau. Nos vemos dentro de 15 días exactamente, en Florencia, en la Gallería degli Ufizi, frente a Las Siete Virtudes. A las 16 horas, tiempo local.

Salió de la iglesia y atravesó la ciudad con rumbo a su hotel. Recogió sus cosas y se dirigió al Aeropuerto Internacional Islas Malvinas. Ahora que ya conocía su ubicación, tenía que ver cómo podía llegar lo más pronto posible a San Francisco. El próximo avión hacia Buenos Aires salía a las 19, desde ahí podría ir a Santiago de Chile, donde encontraría algún vuelo a Estados Unidos mucho más directo y no tendría inconvenientes con inmigración. Pagó en efectivo para que fuera más difícil rastrearlo. Ya lo estaban buscando y seguramente se estaban acercando. Era una ventaja poder viajar de noche. Estimaba que podría dormir algo en su vuelo desde Santiago hasta California. Contactó a su delegado en Buenos Aires a través de la vía segura y le informó del plan. No le dio indicaciones específicas, pero le dejó claro lo que tenía que hacer para preparar todo. Le respondió que estaría llegando a su destino en unas 10 horas, aproximadamente, lo que equivalía a las 2 de la mañana en California.

El avión aterrizó en Los Ángeles, y él bajó sin apuro. Sabía que su contacto en la ciudad lo estaba esperando para realizar con él la escala hacia San Francisco. Ahí la noche estaba recién empezando, y necesitaría alguien que lo ayudara a estar alerta cuando llegara a su destino. Entró al baño del ala acordada, en el acceso este del aeropuerto. Si estaba en lo correcto, sería la segunda puerta de izquierda a derecha. Miró por debajo, no se veían los pies de nadie. Tanteó la puerta, y estaba trabada.

— For the great day of his wrath is come —silencio…

—And they shall desire to die, and death shall flee from them. —respondió después de cinco segundos que parecieron una eternidad.

Destrabó la puerta del baño desde adentro y salió. Le confirmó que todo ya estaba arreglado para que irrumpieran en el edificio para buscarlo. Actuar con rapidez era lo más importante. Embarcaron en el vuelo hacia San Francisco, en menos de dos horas llegarían. Ya tenían toda la información disponible sobre el objetivo con las coordenadas que les había pasado el delegado de confianza de Buenos Aires. Pero había información que solo se podían hacer llegar en persona, porque no existía ninguna vía de comunicación segura.

Los pasaron a buscar por el aeropuerto. Tenía que abrir los sellos restantes para completar el trabajo de inteligencia. Lo dejaron solo en el asiento de atrás para que pudiera hacerlo tranquilo. Después de 25 minutos, llegaron. El edificio parecía vacío por fuera, pero seguro estaba muy bien vigilado. Había pedido que nadie lo acompañara, solo él podía encontrarlo y completar la tarea. La forma más rápida de entrar era por el frente. Miró desde lejos hacia adentro a través de los ventanales. Había solo un guardia en una recepción. No parecía muy concentrado. Forzó la cerradura y le disparó sin mediar palabra. Avanzó hasta la escalera de servicio. Bajó rápido. Ya habrían notado la ausencia del guardia de la entrada. Eran siete pisos hacia abajo. Se apuró lo máximo que pudo, el reloj corría. El equipo liberó el primer piso y, una vez que se comprobó que era seguro avanzar y que había eliminado a los 33 guardias que vigilaban, siguió bajando. Se enfrentaron contra otros guardias en las escaleras, dos miembros del equipo recibieron disparos, uno de ellos murió en el acto y el otro quedó gravemente herido, pero no tuvieron bajas significativas porque contaban con la ventaja del factor sorpresa, y eran profesionales. Al llegar al séptimo subsuelo, buscó la habitación con la puerta azul, donde lo tenían restringido. Se le aceleró el corazón al estar frente a la puerta, pero su mano no tembló para abrirla. Ahí estaba, Oporto había hecho bien su trabajo. Ahora le tocaba a él. Dio el aviso para que todos se fueran del piso y lo esperaran arriba, liberando el paso para escapar rápido. Tardó tan solo dos minutos, apenas 10 segundos más de lo que tenía previsto. Las alarmas no saltaron, por lo que le resultaría más fácil salir. En la escalera de servicio liquidó a cinco guardias que se habían escondido para emboscarlo, le informó a su equipo que el trabajo estaba terminado, y lo acompañaron afuera del edificio. El cuerpo del primer guardia que había matado seguía tirado en la entrada. Brillaba con un fulgor celeste, y creyó escuchar que le hablaba con una voz que no era de este mundo. «Ven y mira». A pesar de estar apurado, se detuvo. “Y he aquí, un caballo blanco». Era la confirmación que necesitaba. Todo estaba resultando de la manera en que debía suceder. Huyeron a toda velocidad, sin dejar rastros. A partir de ahora comenzaba la segunda etapa.

Trece días después, se volvían a encontrar en Florencia. Señaló a la Justicia y dijo:

—Porque el gran día de su ira ha llegado…

— Y ansiarán morir, y la muerte huirá de ellos… Ya me contó todo el cardenal. He hablado con él en Roma —respondió Oporto.

—Cada vez falta menos para poder empezar a trabajar en serio.

—Se nota un cambio muy leve, pero evidente. Lo estoy viendo en las noticias y en todo internet. El golpe fue realmente efectivo. Twitch va a ser el clarín que truene proclamando la palabra de Dios.

—Si, cuando anunciemos la candidatura de nuestro hombre en Estados Unidos y cuando acomodemos a los demás en los otros 99 países satélites, el mundo va a estar listo para recibirlo.