En mi peor de las pesadillas hay castigos parecidos a los de Black mirror.
Algunos de esos capítulos me dejaron pensando muchos años.
En mi infierno no puedo hablar cuando quiero y cada palabra que digo me resta segundos de vida.
Justo yo que tengo miedo de morirme ahogada en el agua, por ejemplo. O por asfixia.
Me da terror que no me dejen decir.
A veces Freud se merece un aplausito.
Además de vez en cuando sueño que me persiguen animales como avestruces o caballos.
Con vehemencia. Algunas veces me agarran.
Me da un terror de esos que jamás podré escribir.
Un día me subí a un caballo de esos que se saben de memoria el recorrido.
La tropilla casi entera se fue a la izquierda.
El mío y el de una compañera, a la derecha.
A partir de ahí todo es un gritar mamá y un ver cómo los dos caballos se quieren morder uno al otro.
Recuerdo haber entendido lo de «dientes de caballo».
De qué bestia monumental me estaré escapando, no sé.
Qué animalidad con gusto a ser humano será la que me da tanto miedo, no tengo idea.
Pero en mis peores pesadillas se me prohíbe la palabra y hay animales salvajes demostrandome que lo son.
Cualquier semejanza…