cuando el sol de la siesta atraviesa correctamente las hojas
aterriza en el lugar exacto en el pasto y
genera esas sombras marmoladas
sagradas
esa textura suave
que se puede sentir acariciando el piso con los dedos
mezclándolos con el pasto
me recuesto encima
y miro el pecho de un perro callejero inflarse y desinflarse suavemente
y no se escucha más que los pájaros cantando
unos chicos jugando a la pelota a lo lejos
son las dos de la tarde
una siesta así de ideal transforma en domingo cualquier jueves
y no importa ya si tengo compromisos más tarde
solo importa recostarme a respirar verde
y no hacer ningún movimiento brusco que asuste
a este domingo y a esta paz