No sé cuántos días son los que llevamos en cuarentena en Argentina, no sé por un lado porque en mi caso la cuarentena la debo mechar entre seguir trabajando y quedarme en mi casa. Me agarró trabajando como empleada de nada más y nada menos que el Ministerio de Salud de la Provincia, pero eso no viene al caso, al menos no hoy. Al menos no ahora, en este momento en el que me siento delante de la computadora y comienzo a escribir, a delinear algo de todo lo que me pasa con respecto a vivir en cuarentena. Parece mentira que recién ahora me siente a escribir, pienso ¿cómo es que me tomé tanto tiempo? ¿Por creer que lo que justamente sobra hoy por hoy es eso? ¿Realmente siento que me sobra el tiempo? O más bien no me alcanza. Dejo para último momento escribir y entonces nunca lo hago. Pero si estoy todo el tiempo acá! Diagramo el día, la mañana para trabajar, la tarde cocinar, lavar, ordenar, leer, ver series, ver películas, chatear, llamar a la familia, llamar a los amigos, hacer ejercicio! Yoga, meditación! Así no se puede! Debo parar, debe detenerme a pensar. En estos días pude leer varios de los artículos que andan dando vueltas de filósofos , la mayoría coincide en que nada será igual si salimos de esta, en lo que no puedo ponerme de acuerdo con casi ninguno de ellos es en la teoría de que se terminará con el capitalismo salvaje o que la gente será más solidaria. Basta ver lo que pasa con el trascurrir de los días, basta ver como cada uno va exacerbando cada una de sus cualidades y/o miserias. Exigiendo hacia otro algo que no son capaces de dar. Pero también me encuentro con los que sí son solidarios y los que creen que de esto se sale unidos (Utopía!). Mi modo de sobrellevar la cuarentena va variando, agradezco que me guste cocinar y leer, tener una biblioteca con textos que aún no han sido abiertos. Hace unos años cuando la ciudad de La Plata se inundó, tuve sensaciones parecidas a las que veo hoy, por un lado la solidaridad (la que no pide nada a cambio!) de varios y por otro los abusos de comerciantes, de inundados que no necesitaban pero que exigían préstamos, etc, etc. En aquél momento también recuerdo que lloré cuando vi que uno de mis libros favoritos estaba flotando en el agua. Lloré porque ahí estaba parte de mi vida, porque mis libros y mis gustos me definen como persona también, porque intento cada día leer algo a los pocos o muchos que me siguen y de esa manera superar lo que estamos viviendo. Soy una convencida que el arte cura. Ese es el modo que encuentro de ser solidaria desde las redes. Por ahora no puedo decir mucho más…