Mi primer encuentro con la Filosofía fue renegando de ella y diciéndole al profesor de 5to año del secundario que la misma no servía para nada, el profesor en cuestión pidió como trabajo final la elaboración de un Discurso. Podíamos hacerlo de a dos y con una compañera elegimos hablarles a los jóvenes sobre la música que estábamos escuchando. El discurso está guardado dentro de un libro, hoy podría ser reescrito mucho mejor. En él, fines de la década del 80, criticábamos a Los Fabulosos Cadillacs, y a los Intocables, preguntando a quién le importan las aventuras de uno que se llama Don José, Don José… más tarde instábamos a escuchar a Charly, Fito y Spinetta, creo que también a los Abuelos y Virus, pilares fundamentales (siempre dentro del criterio de quienes daban el discurso) de nuestro querido Rock Nacional.
Hoy, tres décadas y media más tarde, me interesa pensar filosóficamente temas como la música y el arte. No sé qué será de la vida de aquél profesor, lo que sí sé es que me regaló uno de los mejores recuerdos de aquél último año. Filosofar, defender las opiniones, hablar con voz propia, indagar y seguir preguntando siempre.
En este recorrido de años de escuchas y lecturas llega junto a este enero apocalíptico el grupo de lectura, sobre Pascal Quignard y su “El odio a la música”. ¿Por qué llamó mi atención? ¿Cómo es posible odiar la música? ¿Encontraré la respuesta en la lectura? ¿Seguirán surgiendo cada vez más preguntas?
El libro se divide en diez tratados, algunos más extensos y amables que otros, ya en el segundo tratado empezamos a comprender de qué va la cosa. El mismo se denomina “Sucede que las orejas no tienen párpados”. Este es junto con el séptimo tratado, el que da nombre al libro, el que más ordenó lo pensado hace tanto. “Antes del nacimiento y hasta el último instante de la muerte, hombres y mujeres oyen sin un instante de pausa”. Y sigo parafraseando a Pascal, la música nos torna obedientes. De ahí los enojos. ¿Por qué tengo que escuchar la música de parlantes ajenos? ¿Por qué al subirme a un colectivo e intentar leer debo soportar la música de aparatos ajenos? ¿Volverá a ser la escucha algo personal? ¿Tiene sólo que ver con el gusto?
Sigo asociando una cosa con otra. Recuerdo una frase subrayada en el cuento de Borges, El duelo: “Sólo sabía de la música lo que debe saber toda persona que asiste correctamente a conciertos”. Se han ido grandes sumas de dinero yendo a conciertos, con los años, fueron cambiando no sólo el sonido de los mismos sino también la puesta en escena. Tanto cambió todo que actualmente se va a recitales a ver al Indio sin el Indio o a Soda Stereo sin Cerati. Porque lo importante pasa a ser otra cosa, lo importante es estar, fotografiar, filmar, intentar ver un mito, como los últimos recitales de Charly. Ya empiezo a divagar, a irme por las ramas a perder el hilo de lo que quiero decir, acaso no quiera decir nada, acaso quiero seguir pensando y preguntando y oyendo el sonido a lluvia y el canto de los pájaros que se cuela por la ventana.
“Y si me escuchas bien, creo que entenderás…”