Los que me conocen saben de lo mucho que me gusta el fútbol, por eso, para más de uno, que el título de esta narración involucre los términos “fútbol” y “aburrido” en la misma oración, de seguro que lo puede sorprender, pero no hay nada de falso en dicha frase. Hubo un día en el que el fútbol, mejor dicho el fútbol argentino, fue completamente aburrido. Semanas antes de escribir esto, había creado un cuento donde una liga entera finalizaba con puros empates, y, ahora me doy cuenta que tal vez aquella insípida fecha del 2016 fue lo que me inspiró a hacerlo.

Se estaba jugando el Campeonato de Primera División, que en aquella época se jugaba en dos zonas, en una de las tantas modificaciones que sufrió y lamentablemente sigue sufriendo nuestro fútbol. La fecha doce en cuestión era la llamada “fecha de los clásicos”, ya que en dicha fecha todos los equipos se cruzaban con un rival de la otra zona. Debo decir que lo de “clásicos” no era totalmente cierto, si bien Boca se enfrentó a River, Estudiantes a Gimnasia, y demás, no todos los partidos eran verdaderos clásicos, puesto que en algunos, como por ejemplo Belgrano, su clásico rival estaba en otra categoría, por lo cual algunos insistían en decir que era la fecha de los interzonales y no de los clásicos.

El 23 de abril, sábado, fue un día movido, o algo así, porque solo se habían anotado cinco goles en seis partidos, y el encuentro más esperado, el clásico de La Plata, Gimnasia vs. Estudiantes, había terminado en cero.

El 24 de abril era el día más esperado, tres clásicos seguidos. La jornada la abrían Newell’s y Rosario Central en el Marcelo Bielsa a las dos de la tarde, pero no hubo sobresaltos, cero a cero para empezar el día. A las 16:15 comenzaba lo que muchos querían ver, Boca-River, pero, imitando a los rosarinos, dieron un partido insípido que derivó en otro cero a cero, de hecho, en noventa minutos, las única jugada que todavía se recuerda al día de hoy es Pablo Pérez siendo expulsado por un planchazo al colombiano Balanta. Se hacían las 18:45, algunos todavía con el mate y la bronca atragantada de no haber visto un gol aún. En el Cilindro, Racing recibía a Independiente, parece mentira lo que cuento, pero es verdad, otro cero a cero. Sin duda era la jornada más pobre en la historia de nuestro fútbol, y solo quedaba una esperanza. En Córdoba, a las ocho de la noche, Atlético Tucumán visitaba a Belgrano, en un partido que, en otras circunstancias, probablemente solo lo hubieran visto sus respectivos hinchas, pero la desesperación por ver tan solo un gol. A cinco minutos del final, si César Pereyra hubiera apuntado bien aquel cabezazo, tal vez esta historia no existiría. Cumplidos los dos minutos que había adicionado, Mariano González decretó el final del encuentro, y selló así, un 24 de abril de 2016, el día más aburrido de la historia del fútbol.