Ted Lasso y el rol del sujeto que enseña

(Este artículo se publicó originalmente en el blog Obras citadas)

¿Conocen la serie Ted Lasso? ¿La vieron? Es una serie de televisión creada por Jason Sudeikis, Bill Lawrence, Brendan Hunt y Joe Kelly (y la encuentran, de forma oficial, en Apple TV).

Esta serie se estrenó en 2020 y cuenta la historia de Ted Lasso, un entrenador de fútbol americano que es contratado por la dueña de un conocido equipo de fútbol inglés para que lo entrene. De este modo, se presenta al personaje de Ted, un hombre que es arrojado al mundo de un deporte que no conoce, en un país cuyas costumbres le son ajenas. Más aún, pronto el espectador descubre que su contrato en el equipo inglés ha sido un engaño de la dueña, quien secretamente anhela que Ted fracase y lleve al equipo a la ruina para, así, fastidiar a su ex esposo (y ex dueño del club). Es decir, varias circunstancias adversas y, en el medio, un entrenador, un sujeto enseñante.

La serie ha ganado varios premios y reconocimientos, y ha recibido una vasta atención en los medios por su originalidad y su construcción del personaje de Ted, un sujeto enseñante atípico dentro de las series de televisión actuales por su alegría, optimismo y modo de abordar el proceso de enseñanza, que de a poco va cambiando la vida de quienes lo rodean. No obstante, no hay todavía, al menos no de forma accesible (o que yo haya logrado encontrar luego de una intensa búsqueda, ustedes me dirán si han hallado algo), análisis que excedan lo cinematográfico y ofrezcan una lectura desde la perspectiva de la educación y sus alcances.

Es por esto que en el marco de la carrera del Profesorado Universitario de la UNSAM, más concretamente en la materia Problemas Socio-Pedagógicos de la Educación, me dediqué a analizar la figura de Ted en su rol como entrenador en el segundo capítulo de la primera temporada, concretamente, buscando comprender su comportamiento como sujeto enseñante y sus acciones a partir de la bibliografía teórica trabajada en esa materia.

No es un trabajo que pretenda ser exhaustivo ni concluyente, por el contrario, el objetivo es pensar algunas cuestiones sobre los modos de Ted que, al menos a mí, me dejaron pensando sobre mi propio ser docente (y, además, totalmente convocada por la serie y su novedosa caracterización). Por eso, pueden continuar leyendo por acá qué es lo que pasa con Ted Lasso como entrenador y sujeto que enseña.

En el capítulo seleccionado podemos ver el primer día de trabajo de Ted en el club de fútbol y ya sus primeros pasos llaman la atención: comprometido con la idea de lograr armar un equipo y no individualidades que trabajan juntas, visita a la dueña para conocerla y ofrecerle galletas.

Esta lógica de grupo, de comunidad, que busca construir Ted resulta incómoda para todos al comienzo: tanto la dueña como el equipo rechazan los intentos de Ted por crear lazos de comunicación y honestidad. Podemos vislumbrar una suerte de status quo que nadie quiere cambiar porque, en realidad, nadie sabe que es posible cambiar y que eso podría mejorar las condiciones.

De hecho, dentro del equipo se puede ver una diferenciación marcada y estable entre los jugadores, que Ted también percibe y detecta que altera el juego en equipo. Allí nos encontramos con personajes como Jamie, un jugador inglés joven, estrella, que es sobrador y burlón, y con otros como Sam, un inmigrante nigeriano, de carácter suave y tímido. De forma sutil encontramos dentro del propio equipo un contraste fuerte entre los personajes y sus habitus, en términos de Bourdieu (2007): desde la posición social y humana que cada uno ocupa, se presentan en ellos diferentes modos de interiorización del campo que generan sistemas de disposiciones diferentes en cada uno. Así, vemos cómo Jamie insiste en jugar de forma egoísta, por su cuenta, porque está acostumbrado al éxito individual y al reconocimiento del público inglés y no puede percibir la experiencia de jugar en equipo, mientras que Sam, siempre relegado, no considera sus posibilidades de jugar más allá de donde lo han limitado, tanto el equipo como el público que, en este momento de la serie, no lo reconoce como se debe solamente por ser extranjero.

Ted, como entrenador, se presenta como una figura que en este capítulo observa desde afuera estas disposiciones internas de cada jugador, que en su puesta en juego con las condiciones objetivas externas crean un funcionamiento del equipo que no rinde lo que se espera de ellos. Ted es, en este sentido, un observador externo privilegiado, cuya distancia social, cultura y humana le permite comprender y, entonces, buscar modos de generar movimiento en estos habitus.

Podemos ver esta búsqueda, en primer lugar, en el intercambio que tienen con Sam, luego de que él cometa un error en la práctica y quiera disculparse. Allí Ted propone otra lectura de la situación y le sugiere que “sea como un pez” y se olvide del episodio, para seguir jugando y disfrutando. Dewey explica que es esencial que los educadores conozcan “el principio general de la formación de la experiencia por las condiciones del ambiente” y que también sepan “en concreto qué ambientes conducen a experiencias que faciliten el crecimiento” (2010:83). Esta propuesta de Ted, que desconcierta a Sam, comienza a mostrarnos una búsqueda del entrenador por ofrecer condiciones objetivas diferentes, que permitan que sus estudiantes puedan “recoge(r) algo de la (experiencia) que ha pasado antes y modifica(r) en algún modo la cualidad de la que viene después” (Dewey, 2010:79), y no que se paralicen frente a una exigencia desmedida.

Esto, sumado luego a que Ted comprende que parte del malestar de Sam proviene de su melancolía por su hogar y, entonces, organiza un festejo de cumpleaños con los demás jugadores, lo lleva a Sam a tener un rendimiento destacable en el siguiente partido del equipo. Una experiencia novedosa, satisfactoria, fruto de la posibilidad de abordar y recoger ese “error” de un modo nuevo para crear una nueva experiencia. Es llamativa la frase que usa Ted cuando habla con otro entrenador sobre Sam, porque dice que es necesario “empujar la nave en la dirección correcta”, expresión que remite con cercanía a las propuestas de Dewey: “Es, pues, misión del educador ver en qué dirección marcha la experiencia” (2010:81) y, también, colaborar con las direcciones que sean favorecedoras, como en este caso.

Esto se complementa con otro modo de esta búsqueda: Ted Lasso desea, constantemente, escuchar a sus estudiantes, a los jugadores. Tanto es así que su primera propuesta es abrir un buzón anónimo de pedidos y sugerencias. Resulta interesante pensar este movimiento del entrenador como un camino para habilitar la voz de los jugadores. Algo semejante sucede en su relación con Nate, el utilero, a quien le hace preguntas sobre el equipo y su rendimiento, algo que, evidentemente, nunca le había sucedido a Nate, acostumbrado a ser ignorado y víctima del acoso de algunos de los jugadores del equipo.

Este gesto de dar voz, de pedir opiniones, funciona como otro modo de desmontar, de desnaturalizar aquello que funciona automáticamente. Podemos pensar en la noción de sentido común dentro del propio equipo, como proceso a través del cual ha quedado impuesto un modelo de significados individualistas y una cosmovisión ligada a la preeminencia de la jerarquía (Cfr. Nun, 1989), y en esto que hace Ted como un modo de desandar este sentido jerárquico y empresarial, de proponer una mirada crítica a partir del gesto de otorgar la voz y escucharla, darle valor. Vemos, de hecho, cómo responde con velocidad a las sugerencias hechas por sus jugadores y por Nate y cómo eso va generando otro clima en los vestuarios y entre los jugadores.

Es interesante cómo Ted pone sus esfuerzos en recibir a los demás tal y como son para escucharlos, comprenderlos y, desde allí, pensar caminos habilitantes, que colaboren con la conformación de un equipo-comunidad. Podemos pensar en estos gestos de Ted con los jugadores y otros trabajadores como prácticas de “producción de la subjetividad” (Duschatzky y Corea, 2009:21), que buscan a su vez reavivar al equipo como “espacio simbólico de pertenencia” (Íd., p. 24). Frente al borramiento del otro que ha quedado naturalizado en el equipo por su funcionamiento histórico, y que suscita la violencia de la indiferencia y del maltrato como formas instituidas (Cfr. Duschatzky y Corea, 2009), como podemos ver en los abusos, los malos tratos y las burlas entre jugadores y trabajadores, Ted hace una búsqueda por ofrecer otra mirada: la del otro como sujeto en igualdad de condiciones y el equipo, como espacio al que se puede pertenecer. De ahí su insistencia en escuchar a los otros y animarlos a que se escuchen entre ellos.

En este camino, Ted adopta una postura paciente, que no se impone ni juzga, sino que recibe. Tanto es así que también sufre los insultos y maltratos, tanto del equipo como de la prensa londinense, que no confía en absoluto en él. Esta pasividad atenta de Ted lo constituye en un entrenador, en un docente, preocupado más por el acto de aprendizaje real de sus jugadores que por su figura pública y el cariño o no que pueda suscitar. En esto podemos recuperar esta expresión de Charlot: “la motivación procede de una fuerza exterior sobre otro, la movilización viene de adentro” (2013:48), que luego él refiere a la actividad intelectual pero que en el marco de esta serie podemos comprender en el juego del equipo. A Ted le preocupa la experiencia de la movilización porque lo que busca es que los jugadores no vivan el fútbol sólo como un trabajo donde los fracasos tienen culpa siempre en los demás, sino que experimenten el placer y el disfrute, no sólo de forma individual, en el formato de éxitos personales, sino, y sobre todo, en la experiencia del proceso como equipo. Porque, como dice Charlot, “la relación con el saber es al mismo tiempo una relación con el mundo, con los otros, una relación consigo mismo y, por lo tanto, lo que se aprende combina la relación con el mundo, con los otros y consigo mismo” (2013:63), y eso Ted parece comprenderlo. De ahí su insistencia con los gestos “subjetivantes” (Cfr. Duschatzky y Corea, 2009) con los demás, con la escucha que personaliza, con las vinculaciones significativas; entiende que tanto jugadores como miembros de la dirigencia son “al mismo tiempo un ser humano […], un espejo de una sociedad y de una cultura, y un sujeto insustituible” (Charlot, 2013:54), y que se debe trabajar con esa consciencia, de forma integral.

Con todo esto, podemos volver a retomar la noción de habitus mencionada al principio y la búsqueda de Ted por poner en movimiento estos habitus. Podemos comprender esto del modo en que lo presenta De Gatica (2014): “dada su capacidad infinita para engendrar con libertad –aunque controlada– pensamientos, percepciones y acciones” se puede pensar entonces en “convertir una subestimada sutileza –la creatividad del habitus– en un posicionamiento político intelectual” (p. 298). Así, es posible pensar en la naturaleza dinámica del habitus, que necesita que las disposiciones internas sean incitadas.

El trabajo de Ted en el equipo es, entonces, un trabajo enfocado en generar “prácticas con consciencia transformadora” (De Gatica, 2014:301), que interpelen a los jugadores, los animen a pensar juntos, dialogar y acompañarse para, desde allí, lograr “la modificación de esos mismos principios rectores” (Íd., p.302) que iniciaron el proceso de conocer algo nuevo.

Un abordaje al entrenamiento de fútbol controversial, al que ni los jugadores ni los periodistas deportivos están acostumbrados, que desconcierta pero que, en esa incertidumbre que genera, habilita las disonancias, en términos de Ranciere, lo que abre caminos para la construcción del conocimiento. Ted no busca jugadores que cumplan, no quiere, en este sentido, verificar sus aptitudes y ganar partidos. En otro capítulo lo expresa con claridad frente a los periodistas, cuando le preguntan por la naturaleza de su trabajo: “No me importa si ganamos o perdemos partidos. Estoy acá para ayudar a estos jugadores a convertirse en sus mejores versiones posibles”[1]. Ted, como entrenador, como educador, busca incitar, habilitar la potencia de construcción de estos jugadores, tanto a nivel humano como deportivo. Busca crear “experiencias auténticas” que “cambi(en) en algún grado las condiciones objetivas bajo las cuales se ha tenido la experiencia” (Dewey, 2010:82) y que favorezcan el conocimiento transformador: “construir conocimientos modifica nuestros hábitos” (De Gatica, 2014:301) y, así, nuestro modo de habitar el mundo.

Este capítulo, apenas el segundo de la primera temporada, no permite visibilizar todo el recorrido de Ted y los jugadores, así como también apenas comienza a presentar los desafíos a los que deberá enfrentarse Ted desde su postura, pero sí permite registrar y empezar a comprender desde qué lugar busca Ted enseñar. Un sujeto enseñante preocupado por sus estudiantes no sólo como sujetos aprendientes sino, y sobre todo, como seres humanos, como pares en un mismo proceso de búsqueda, de desarmado y armado de nuevas disposiciones y nuevas posibilidades para comprenderse a ellos mismos, al mundo y al lugar que ocupan (y pueden ocupar) en él. Un sujeto que es enseñante y aprendiente al mismo tiempo, porque busca escuchar y busca él mismo descubrir qué caminos todavía debe tomar en su propio proceso de aprendizaje.

Ted Lasso es entonces una serie que puede pensarse como una mirada novedosa y profundamente contemporánea sobre la educación, especialmente dentro del deporte y sus complejidades. Su relación posible con las teorías y miradas críticas abordadas en esta materia refleja que dentro de esta serie hay una preocupación y una pregunta por la educación tanto en el plano de la educación formal como en el plano humano y más personal. Y, visto en perspectiva, que una serie pueda acercar los debates, las preguntas y las búsquedas que están hoy vigentes en los ámbitos educativos (y ponga el foco en la construcción de caminos posibles y, no tanto, en las quejas) a un público masivo y multicultural permite sin duda regresar a lo que mencionaba Gentili: que “la acción educativa cambia a los seres humanos y son ellos los que pueden cambiar el mundo” (2011:14), y que para que eso suceda sigue siendo necesario pensar, debatir y buscar, desde donde podamos, incluso sea desde una serie de televisión y un personaje como Ted.

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Bibliografía
Bourdieu, P. (2007). “Estructura, habitus y prácticas”. En El sentido práctico. Argentina: Siglo XXI.
De Gatica, A. (2014). “Conocimiento y transformación. Vinculaciones entre Pierre Bourdieu y el pragmatismo de Charles Pierce”. En Papeles de Trabajo, 8 (13), pp. 294-305.
Dewey, J. (2010). “Criterios de experiencia”. En Experiencia y educación. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.
Duschatzky, S. y Corea, C. (2009). “Escenarios de expulsión social y subjetividad”. En Chicos en banda: los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones. Buenos Aires: Paidós.
Gentili, P. (2011). “Presentación”. En Pedagogía de la Igualdad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Nun, J. (1989). La rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad política y el sentido común. Buenos Aires: Nueva Visión.

[1] “I don’t care if we win or lose matches. I am here to help these players become the best version of themselves” (la traducción es mía).

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